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FRANZ

EXTRAVAGANCIAS ARISTOTÉLICAS

EXTRAVAGANCIAS ARISTOTÉLICAS

A veces es sorprendente conocer los pensamientos extravagantes de aquellos que a lo largo de la historia han sido considerados mentes brillantes.

 

Bien conocida es la importancia que en el desarrollo del pensamiento moderno occidental , tuvo el pensamiento de ese griego filósofo y maestro, historiador y literato, escritor y poeta, científico y conocedor de muchas ciencias, llamado Aristóteles (384—322 a. de C.). Pero sin embargo, no son tan conocidas sus extravagantes opiniones sobre algunos temas cotidianos.

 

Así sostuvo la teoría de que los objetos voladores (lanzas y flechas, por ejemplo) son movidos por la atmósfera. Además, arguyó que los objetos se aceleran al caer porque se “alegran” de aproximarse a la Tierra (sic) Para él, los seres humanos, las cabras y los cerdos tienen más dientes en los individuos del sexo masculino que en los del femenino; asimismo, la sangre de las mujeres es más espesa y de color más negro que la de los hombres. Era partidario de la teoría de que el cerebro es simplemente un órgano corporal encargado del enfriamiento de la sangre, afirmando consecuentemente que el corazón es la fuente orgánica de las sensaciones y de la inteligencia humana. También afirmaba que las distintas especies animales surgieron por generación espontánea ( “como ocurre con los gusanos en la carne podrida o los insectos en el barro”, decía apoyando su tesis). Además también estaba convencido de que las moscas tiene cuatro patas; que la mitad izquierda del cuerpo es más fría que la derecha; que el ser humano es el único animal que tiene músculos en las extremidades inferiores y que las personas que tiene la cabeza grande duermen más que el resto.

 

Creía en los “humúnculos” u hombrecillos, con su cabeza, sus pies, sus manos, su pelo e incluso sus dientes, todo de tamaño diminuto. Estos embriones nadaban en el esperma para alcanzar la matriz de la mujer, donde crecían hasta adquirir el tamaño de un recién nacido.  Aunque tan peregrina creencia nos hace sonreír con aire de suficiencia, no conviene que exageremos nuestros conocimientos occidentales: todavía en 1492 los europeos creíamos esas cosas.. También sostenía que  los niños deben concebirse en invierno y que las parejas que se casan muy jóvenes engendran hembras,que el cerdo es el único animal que padece el sarampión, y que para curar a un elefante que padezca de insomnio dice que hay que frotarle el lomo con sal, aceite de oliva y agua caliente.

 

Disculpa uno algunas de las rarezas de Aristóteles, cuando se trata de cuestiones de difícil demostración en aquellos tiempos, pero extrañan algunas afirmaciones , como el número de dientes de machos y hembras , o simplemente el número de patas de una mosca, cuya comprobación no es precisamente complicada, y  que el gran  Aristóteles, vaya usted a saber porqué, no lo hizo.

 

Lo triste de semejantes extravagancias es que  dado el éxito y la trascendencia de las teorías aristotélicas, se puede afirmar que tales teorías oscurecieron el avance científico durante varios siglos.

 

Claro que pocos se libran de sostener peregrinas teorías. Así por ejemplo,  Leonardo da Vinci (1452—1519) a pesar de haber realizado, alrededor del año 1500, los primeros estudios anatómicos detallados y veraces del cuerpo humano , diseccionando numerosos cadáveres para este fin, sostenía que el pene está conectado con los pulmones, que le insuflan el “aliento” necesario para la erección. También afirmaba sorprendentemente, que un niño tiene a los tres años, exactamente la mitad de la altura que alcanzará de adulto.

 

Referencias:  “El libro de los hechos insólitos” –Gregorio Doval / “Diccionario general de anécdotas” –Pancracio Celdrán Gomariz

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