Blogia
FRANZ

SOBRE EL MIEDO

SOBRE EL MIEDO

Miedo es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro real o supuesto, presente o futuro. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano.

 

El miedo presenta diversas acepciones que matizan y definen su intensidad. Así el temor es el miedo a algo que se piensa que ya ha sucedido, el canguelo procede del caló y significa originariamente apestar, y se relaciona con el aflojamiento de esfínteres que produce el miedo; y el  terror y el pavor definen el miedo más intenso. El pánico es el miedo sin fundamento, colectivo y descontrolado y existe también un miedo breve y súbito, procedente de una causa pequeña denominada susto.


 

Referido al ser humano, el miedo puede resumirse en seis claves:


1. ¿Qué es?


 El miedo es ese fiel sentimiento que acompaña al ser humano desde hace 40.000 años. Sin él, no habríamos sobrevivido como especie, ya que este mecanismo de supervivencia ha permitido al hombre responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. Según el Centro IMA de Investigaciones Médicas, tres son los temores que llevamos impresos en nuestro ADN.

 

El primero es el miedo a los animales, heredado del terror que provocaban las criaturas pleistocénicas en los primeros humanos; el segundo es el miedo al daño físico; y, por último, el miedo a la separación que explicaría el afán protector de las madres, incapaces de abandonar a sus crías.


2.  Las edades


A lo largo de la vida, los seres humanos tienen que lidiar con diversos tipos de miedos. A medida que el recién nacido crece, aumentan sus posibilidades de exploración del entorno, y es ahí cuando el miedo empieza a cumplir con su función.

 

0-24 meses :A esta edad, los bebés suelen mostrar su miedo en forma de llanto ante estímulos intensos y desconocidos como ruidos fuertes y estrepitosos o movimientos bruscos. La pérdida de atención también les genera temor.


2-4 años: Surgen los miedos a los animales y a los daños físicos. También los recelos ante las personas extrañas o desconocidas. Aparece también la ansiedad ante la separación de los padres. Un factor que incide en la aparición de la angustia ante la separación o el temor al abandono es su escasa capacidad para medir el tiempo. Cuando sus padres se van de su lado, el niño no sabe cuánto debe esperar para volver a verlos.


5-6 años: Aparece el temor a la oscuridad, a las catástrofes y a los seres imaginarios como monstruos, brujas y fantasmas. También se inicia la preocupación por la desaprobación social. Muchos de estos miedos se ven inducidos por el ambiente externo: series televisivas, las historias de los compañeros...


7-9 años: Se manifiesta el temor al daño físico o al ridículo por la ausencia de habilidades escolares y deportivas.


10-12 años: La posibilidad de catástrofes, incendios o accidentes genera temor. También la posibilidad de contraer enfermedades graves. Pavor ante el fracaso escolar y al hecho de que surjan conflictos graves entre los padres.


12-18 años: Tienden a surgir temores más relacionados con la autoestima personal (capacidad intelectual, aspecto físico, temor al fracaso...).


Más de 18 años: Miedo a la muerte, a quedarse sin trabajo, a la soledad… Y el rey de los miedos: el terror al cambio.


3.  La amígdala


Tanto en los seres humanos como en los animales, el mecanismo que desata la emoción del miedo se encuentra en el sistema límbico, que está formado por una serie de estructuras complejas nerviosas (hipotálamo, hipocampo, amígdala cerebral, cuerpo calloso, septum y mesencéfalo) ubicadas alrededor del tálamo y de la corteza cerebral.

 

En septiembre de 2006, investigadores estadounidenses del Centro Médico de la Columbia University, dirigidos por el doctor Joy Hirsch, anunciaron haber identificado en el cerebro una “tecla” que activa y desactiva la respuesta emocional al miedo. Mediante un estudio, publicado en la revista Neuron, demostraron que un área de la región cingular rostral del cerebro estaba involucrada en la activación y desactivación de la respuesta al temor en la amígdala, centro cerebral donde se procesan las respuestas emocionales al miedo y donde se almacenan los recuerdos que conforman la memoria inconsciente del miedo.


4 . Cambios fisiológicos.


 Cuando nos encontramos ante una situación de miedo, aumenta la presión arterial y la coagulación sanguínea, los bronquios se expanden, los músculos del brazo, de la pierna y de la mandíbula se tensan, crecen la actividad de las glándulas sudoríparas y el nivel de azúcar en sangre, el intestino se altera y estimula la deposición, la vejiga induce las ganas de orinar, los órganos sexuales interrumpen la producción hormonal y las glándulas suprarrenales liberan la hormona del estrés (ACTH).

 

También se producen importantes modificaciones faciales, como el agrandamiento de los ojos para mejorar la visión o la dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz. Además, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente. En este proceso fisiológico se generan las llamadas “hormonas del miedo”: la adrenalina, la noradrenalina y los corticoides.


5. Antropología.


A pesar de los temores básicos universales, en cada cultura existen terrores específicos ligados a su evolución histórica. Así, mientras a los occidentales nos estremece el silencio inesperado, entre los orientales es muy común el miedo al ruido intenso. Y si a los latinos les aterra el miedo al rechazo, los anglosajones sienten terror por el miedo al fracaso.


6. El miedo como arte.

 

“La emoción más antigua y más intensa de la Humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido”. Este lapidario aforismo lo dejó escrito el estadounidense H. P. Lovecraft (1890-1937), gran renovador del cuento de terror y referencia obligada cuando se habla de escritores que cultivaron este género. Y es que el miedo ha sido un objetivo principal de los literatos. Sobre todo, en el mundo anglosajón. La novela de terror siempre ha incluido un elemento maligno sobrenatural en la rutina diaria de personajes triviales.

 

Pero no sólo los novelistas se han valido de él. El terror se ha revelado como una mina de oro para el cine. En 1896, un año después de que los hermanos Lumière realizaran la primera proyección cinematográfica de la historia, el francés Georges Méliès estrenó La cara del diablo. Fue la primera película de terror de la historia y el primer éxito comercial del cine (recaudó casi 1.000 francos de la época).


En la cinta aparecían vampiros, esqueletos danzarines, un espectro sin cabeza y hasta el mismísimo Mefistófeles. Y es que el miedo lleva a la gente a la taquilla. Un buen ejemplo es El exorcista, dirigida por William Friedkin, que sigue siendo hoy, con 470 millones de euros recaudados, la novena película más taquillera de la historia a pesar de que fue rodada en 1973.


También el productor Roger Corman se hizo multimillonario en los 60 adaptando para el cine las obras de Edgar Allan Poe. Corman optó por el terror para, con poco dinero, llevar a la gente a las salas de cine. Cómo gané un millón de dólares gastando sólo 1.500 fue el título de su autobiografía. Siguió su ejemplo el cineasta Sean S. Cunningham, creador de la serie Viernes 13. Sólo con los derechos de la saga, gana 14 millones de dólares al año.


Otras de las joyas de este tipo de cine son El silencio de los corderos (1991), de Jonathan Demme. También La semilla del diablo (1968), de Roman Polanski. Richard Donner consiguió en 1976 un gran éxito con La profecía y Stanley Kubrick epató al gran público en 1980 con la impactante El resplandor.


Referencia: "Wikipedia" / “Magazine El Mundo “/ El miedo en seis claves - Carlos Hernando 

 

0 comentarios