SISSI Emperatriz
Isabel de Wittelsbach, conocida con el diminutivo Sissi, no fue la princesa almibarada y tierna, un poco desvaída, que se muestra en las películas de Romy Schneider que en la década de los 50 hicieron creer a las niñas que de verdad existían los cuentos de hadas. No es tampoco la dulce heroína de los cuentos editados por Bruguera en los 70 ,que hicieron las delicias de las jóvenes de entonces, ni es la princesita de los dibujos animados que se emitieron en los 90, con motivo del aniversario de su muerte.
Sissí nació el 24 de diciembre de 1837 en Munich, hija de Ludovica y de Maximiliano de Baviera, y por azares de la historia, era su hermana la candidata oficial, se casa en 1854 , a los 16 años, con el Emperador Francisco José.
Pronto empieza Sissí, a mostrar comportamientos extraños y extravagantes. Tras el tercero de sus cuatro partos (curiosamente aborrecía los niños y odiaba el olor de los bebés), empieza a obsesionarse con su figura, que quiere mantener perfecta. Así, con 1,72 m. de altura, se empeña en mantener un peso de 50 kilos y una cintura de tan sólo 47 centímetros. Para ello, y a falta de especialistas, Sissí se inventa una particular dieta de adelgazamiento y de hábitos alimenticios, que le lleva a convertirse en lo que hoy se conoce como una enferma bulimaréxica. La palabra comprende a los aquejados de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual: la bulimia y la anorexia. Se observa en personas propensas a los atracones de comida compensados con la obsesión compulsiva de hacer ejercicio.
Sus alimentos principales consisten en un revuelto de cinco o seis claras de huevo con un poco de sal; en el caldo que desprende la carne cruda, líquido que llega a tomar a diario en los últimos años, en consomé compuesto por una mezcla de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, leche, tartas, pasteles y helado, prescindiendo durante casi toda su vida adulta de verduras y de fruta, a excepción de las naranjas, de las que como mínimo consume seis diarias. Otra de sus pasiones son los dulces, que consume sin medida, especialmente chocolate, tartas de crema y helados (su preferido era el de violetas).
Su bebida favorita es la leche, y por ello manada instalar un establo en el palacio de verano de Schönbrunn. Para no prescindir de leche fresca durante sus largos viajes, suele transportar vacas, cabras o corderos con ella. Tampoco olvida su botiquín, en el que no falta un frasco de morfina ni la jeringuilla para la cocaína.
El insomnio de la emperatriz va en aumento, y también sus crisis de angustia. La soberana lleva un ritmo de vida tan insano como extravagante. Se levanta a las cinco de la mañana, toma un baño de agua fría (que el médico considera contraproducente para sus dolores reumáticos), se hace dar un masaje y empieza sus ejercicios de gimnasia, que la dejan extenuada. Para practicarla, en todos los palacios en los que llega a pernoctar manda colocar espalderas, anillas y escaleras.
Desayuna un zumo de frutas y llega a la sesión de peinado con Fanny Angerer, que tiene como tarea exclusiva ocuparse de sus cabellos, que caen en cascada hasta sus tobillos. Cada tres semanas los lava con una mezcla de brandy y huevo, en una operación que dura un día entero, y los peina en una elaboradísima corona de cabellos trenzados que ciñe la cabeza de la soberana, y para lo cual tarda tres horas. Tras la sesión de peinado, Sissí se viste con traje de esgrima o de montar, según el ejercicio por el que opte, a lo que sigue una larga caminata con alguna de sus damas , que se prolongan a veces durante tres y cuatro horas.
La obsesión por su aspecto físico, se acrecienta a lo largo de los años. Para preservar su figura decide ceñir sus caderas con paños húmedos varias veces por semana. Para su cutis se aplica cremas y mascarillas de su invención, como por ejemplo una a base de carne cruda de ternera, fresas y aceite de oliva u otra también con carne cruda pero esta vez mezclada con sales de baño y pastas dentífricas. Por su obsesión por la belleza se hace coleccionista de fotografías de bailarinas y bellas mujeres de toda Europa.
Le gusta rodearse de papagayos, perros lobos y galgos y hasta de un macaco. A su hija preferida, Valeria le regala un compañero de juegos inusual: un negro contrahecho llamado Rufino, que había sido enviado a la corte austriaca por el Sha de Persia como regalo personal. La emperatriz practica también el espiritismo asegurando que mantenía continuas conversaciones con el espectro del poeta alemán Heine, uno de sus héroes románticos
Hasta la propia Sissí, llega a preocuparse por su estado mental, sin duda recordando la locura evidente de algunos miembros de la familia Wittelsbach. Advierte por ejemplo, que sus damas empiezan a asustarse por su afición a los paseos, que en los últimos tiempos se han convertido en su ocupación favorita, y que las dejan maltrechas y agotadas, y enfurecidas sin duda contra ella, la loca de los caminos polvorientos.
Sus actividades corporales compulsivas y su extravagante alimentación acrecientan un carácter ya de por sí neurasténico, afectando negativamente a su salud. Sissí sufre reuma, neuritis y edemas por todo el cuerpo, causados por su ayuno flagelante, y desde los 44 años casi permanentemente dolores de ciática y acumulación de líquido en las piernas.
Como era de esperar, la alimentación y semejantes tratamientos de belleza , provocan el deterioro del cutis de Sissí, motivo por el cual, a partir de 50 años , siempre lleva velo y utiliza abanicos para ocultar el rostro. Sus últimas fotos son de cuando tenía 30 años, a partir de cuya fecha se negó a posar más.
Por puro azar ,como lo fue su boda, el 10 de de octubre de 1898, Sissí muere apuñalada por el anarquista Luigi Luchen.
Referencia: “Suplemento Crónica” –Mónica Fokkelman/ “Sissí una emperatriz enferma” - Dr. Miguel de Aguilar Merlo / “Sissí, la emperatriz incomprendida”—Anabel Sáiz Ripoll.
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