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FRANZ

COCAINA Y VINO MARIANI

COCAINA Y VINO MARIANI

La cocaína, obtenida de las hojas de ErythroxyIon coca, ha sido utilizada como estimulante desde hace cientos de años. Quizás la huella más antigua de su uso data de los años 500 d. C., en Perú, donde se encontraron bolsas conteniendo hojas de la planta de la coca en una tumba, probablemente como ofrenda para acompañar al muerto en su viaje. A la llegada de los españoles, los incas habían desarrollado una civilización evolucionada que incluía las hojas de coca, que consideraban que les habían sido regaladas al hombre para saciar al hambriento, reanimar al cansado, reforzar al débil y hacer olvidar sus pesares al desdichado, y que servía asimismo como valor de intercambio. Los españoles incluso adoptaron esta costumbre y pagaban a los esclavos con hojas de coca, a cambio de oro y plata.

Los primeros en cuestionar el uso de la coca fueron los conquistadores, aunque poco habrían de permanecer en esa actitud. Tras un anatema inicial de los eclesiásticos, que tenían por apóstata el consumo de coca, las rentas derivadas de tasar el tráfico hicieron que la corte reconsiderase el asunto; en 1573, el virrey Francisco de Toledo transforma la prohibición en gravamen fiscal, decretando que un diezmo del mismo pase a las sedes episcopales de Lima y Cuzco.

 

Precedidas por seductores relatos sobre sus propiedades cuasimedicinales , ya en el siglo XIX, las hojas de coca emprenden su viaje del nuevo al viejo mundo para saltar al estrellato. En 1860, Albert Niemmann, un químico de la Universidad de Gotinga (Alemania), logra aislar un alcaloide psicoactivo (uno de los catorce presentes en la hoja de coca), tras un procedimiento en el que empleó alcohol, ácido sulfúrico, bicarbonato sódico y éter. Lo llama cocaína.


Poco tiempo después, Carol Koller descubre su uso como anestésico local y desde entonces la cocaína se convierte en una importante droga medicinal. De 1860 en adelante, las cualidades estimulantes y placenteras tanto de la coca como de la cocaína darán como resultado distintas preparaciones que se lanzan al mercado internacional en forma de cigarrillos, ungüentos, aerosoles nasales, tónicos y elixires.

 

“No pierda tiempo, sea feliz; si se siente pesimista, abatido, solicite cocaína”, rezaba uno de las tantas publicidades con las que las empresas farmacéuticas ofrecían su producto a fines del siglo XIX. Poco después de su descubrimiento, médicos y laboratorios recomiendan ya la cocaína como buen alimento para los nervios, para combatir hábitos de alcohol, opio o morfina, e incluso para conceder sempiterna vitalidad y hermosura a las damas.
 

Aunque no cabe duda de que por aquellos años el que habría de dar a conocer al mundo las virtudes de la coca fue el químico corso Angelo Mariani , quien en 1863 lanzó a la venta el llamado  Vino Mariani,  que se preparaba macerando hojas selectas de coca en vino  y que anunciaba en los siguientes términos:


Nueva vida, nuevo vigor. Vino tónico y estimulante que fortalece, refresca y restaura las fuerzas vitales. Por exceso de trabajo, o para la fatiga física o mental, nada iguala al Vino Mariani por sus efectos benéficos, inmediatos y duraderos. Esta aseveración se basa en Apoyos escritos de más de 7 000 eminentes médicos y por su uso continuo por más de 30 años en hospitales, instituciones públicas y religiosas, en todas partes”.

Tal fue la fama que alcanzó esta bebida, que en la actualidad la biblioteca del British Museum alberga trece volúmenes con elogios al Vino Mariani de personalidades de la época. La lista sería interminable, pero bien vale la pena un resumen:
William McKinley, Émile Zola, Paul Verlaine, Sigmund Freud, Louis Blériot, José Martí, Ulises Grant, Jules Verne, Thomas A. Edison, Alexandre Dumas, Louis y Auguste Lumière, Henrik Ibsen, Sarah Bernhardt, Robert L. Stevenson, Anatole France, Zadoc Khan, Jean Charcot, el Príncipe de Gales, la reina Victoria, el zar Alejandro II, Alfonso XIII, el Sha de Persia, el papa León XIII, etcétera.

El papa León XIII (1810-1903) resultó ser finalmente uno de sus principales valedores, ya que, en agradecimiento al tónico, llegó a prestar su efigie para la etiqueta y concedió una medalla de oro al inventor, como "benefactor de la humanidad" y en reconocimiento a la capacidad de esa bebida para "apoyar el ascético retiro de Su Santidad".  Leon XIII tampoco olvidaba llevar siempre en su bolsillo un botellín de Mariani, para "fortalecerse en caso de necesidad".

 

Un litro de Vino Mariani contenía entre 150 y 380 mg de cocaína. Dos vasos equivalían a una dosis inferior de 5O mg , el equivalente a una "linea" de cocaina aspirada , y dichas dosis no podían elevarse porque en forma de hoja tornaban al vino muy amargo para ser bebido, y en forma de cocaina refinada , el Vino Mariani perdía su sabor característico y sus características terapéuticas.

 

Además del vino, Angelo Mariani fabricaba con su extracto de coca un Elixir Mariani (de más alta graduación que el vino), Pastas Mariani, Pastillas Mariani y Té Mariani. Aunque se llevó a la tumba el secreto de su extracto, Mariani siempre insistió en que la diferencia entre coca y cocaína no es la que existe entre cierta sustancia y su concentrado, sino la que hay entre un conjunto de sustancias y una sola. Según decía, las propiedades de la coca se desvirtúan cuando es reducida al alcaloide de la cocaína.

 

Ante el éxito de los productos Mariani, y hasta la prohibición de la cocaína, a finales del siglo XIX casi un centenar de bebidas que se consumían tanto en el mercado norteamericano como en el europeo, contenían un extracto proveniente de las hojas de coca, así como otros  productos  basados en la hoja de coca, como la Coca- Bola en cajas de latón que conservaban las hojas para ser masticadas , o bien la Coca-Cola, creada en 1886 por Jhon Styth Pemberton como tónico para el dolor de cabeza y los nervios,  a partir de extractos de dos plantas: las de la coca y del árbol de la cola . La primera receta de la bebida y hasta 1903  , contenía un extracto de las hojas de coca, que suponía 250 milígramos de cocaina por litro de Coca-Cola. Ahora no contiene cocaína, aunque sí cafeína, aproximadamente el equivalente a media taza de café.

 

 

Referencias: “Un viaje de ida” – Alicia Marconi / "Aprendiendo de las drogas" – Antonio Escohotado

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