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FRANZ

LA REGLA ( I )

LA REGLA ( I )

La menstruación, cuyo nombre viene de menstruo, derivado del latín menstruums y cuyo origen está en mensis, mes, conocida entre otros nombre populares como “la regla”, se produce en ciclos “teóricos” de  28 días,  ritmo similar al de las fases lunares que se manifiestan 13 veces al año (28 días x 13 = 364 días = 1 año aprox).

Esta circunstancia dio rápidamente la idea de que el ciclo menstrual estaba asociado directamente con el ciclo lunar (creencia que ha llegado hasta nuestros días), y por esta supuesta relación con el astro de la noche se denominaron "lunas" a las menstruaciones. Los cerriles creyentes llegaron incluso a la errónea suposición de que la luna nueva era motivo de la regla en las mujeres vírgenes y la luna menguante en las adultas y casadas.


Para los médicos clásicos, la causa de la menstruación estaba en la creencia de que los cuerpos de las mujeres eran fríos y húmedos, por lo que se acumularían en ellas muchos humores, los cuales descenderían después a la parte más baja del cuerpo y serían expulsados. Esta interpretación de la teoría humoral por parte de la medicina tradicional veía a la menstruación como una pérdida de la sangre "mala", siendo una forma de equilibrar los humores para conservar la salud; el por qué no se producía este efecto en el hombre se explicaba diciendo que él necesitaba toda la sangre para conservar sus fuerzas, aunque como resultado de ello también se pensaba que la vida del hombre sería más corta ya que no podía renovar su sangre.

De la escuela medieval de Salerno salieron ideas que aceptaban que el flujo menstrual realizaría una especie de regulación del temperamento femenino, considerando que mientras los hombres atemperaban mediante el sudor su calor dominante, las mujeres hacían lo mismo con la humedad excesiva mediante las menstruaciones.

Otras ideas expresadas durante la Edad Media decían que la mujer era más vulnerable y débil que el hombre ante las enfermedades, debido a que no sería capaz de digerir completamente los alimentos, siendo los restos de esta digestión incompleta lo que se evacuaría con la menstruación.


Merece la pena que recordemos aquí la importancia que le daba Aristóteles , sí el de las habas, al flujo menstrual, al pensar que era sobre él donde actuaba el semen masculino para formar el embrión (concepto que, por otra parte, también tenían muchos pueblos "primitivos" con el fin de explicar la formación del embrión).

Esta idea que permaneció durante mucho tiempo se modificó en el medievo al asumir que las menstruaciones eran un claro indicio de la capacidad fecundante. Se llegó a hacer una metáfora vegetal con las menstruaciones dándoles el nombre de flores, "pues de la misma manera que los árboles no producen frutos sin flores, así también las mujeres sin flores se ven privadas de su función de concebir"; según ésto la sangre menstrual ya no formaría el embrión junto con el semen masculino, sino que en realidad serviría para nutrirlo después de cerrarse el cuello de la matriz.


Vale la pena, citar aquí la descripción que hace de las menstruaciones Juan de Cárdenas , joven médico que emigró en el siglo XVI al Nuevo Mundo, en su libro Problemas y secretos maravillosos de las Indias (1591) y que, a pesar de su estilo pesado y recurrente, es un claro ejemplo de las ideas aristotélicas de la época; dice así:


"Si alguna evacuación de sangre puede en el cuerpo humano llamarse natural y muy conforme a la salud y conservación dél es la llamada mestrua o mestrual, por cuanto le succede a la muger, como no sea niña o vieja o esté preñada, puntualmente de mes a mes y esto con tanta utilidad y provecho de su salud que el venirles con concierto le libra y repara de millones de enfermedades, causando gracioso color en el rostro, fuerças en los miembros, apetito de sanos y loables mantenimientos, siendo tan al contrario en faltándole, que de la tal falta o retención le succeden infinitos males (...); finalmente no se puede llamar muger sino retrato de duelos la pobre y miserable que en pasando de los catorce años la tal evacuación no tuviese".


Y sigue explicando  porqué aparece en la pubertad y desaparece en el embarazo :


"La muger crece y augmenta hasta los catorce años –dice– y en este tiempo toda la sangre que engendra se gasta y consume en el augmento de sus miembros, pero después de los catorce que dexa de crecer, toda aquella sangre que primero se consumía en el augmento de los miembros, no ay en que se gaste y consuma, porque el hombre, como es de complexión cálida y fuerte y assí mesmo se exercita mucho, tiene fuerça para consumir y gastar la tal sobra de sangre, expeliéndola barbas y otros insensibles excrementos, pero la muger, que es fría y tiene poca fuerça y calor para gastarla y assí mesmo no se exercita, cosa clara es que le ha de sobrar y, si le sobra, ¿a qué miembro puede ir demasiada y sobrada que no dañe? Solo pudo ir a las venas y vasos de la matriz por donde evacuarse pudiese, salvo si la muger no estuviesse preñada, porque si lo está detiénese la sobredicha sangre para sustento y nutrición de la criatura, ansí que por estos respectos procuró naturaleza encaminar la sangre que sobra en el cuerpo de la muger a los vasos de la matriz para que por ellos de tanto a tanto tiempo se evacuase".


Desde muy antiguo ya se trataba el problema de las pérdidas del ciclo y, para recuperarlo y normalizar las reglas, se utilizaron excrementos de hombres y animales cocidos con diversas sustancias, aunque también se usaron polvo y cenizas de huesos de reptiles, pelos de liebre, corazón de ciervo, testículos de zorro o simplemente el poso del vino mezclado con aceite. Los tratamientos médicos clásicos de los problemas asociados con la menstruación se fundaban básicamente en intentar que la regla bajara y no se "durmiera", para lo cual aconsejaban con frecuencia la toma de emenagogos como el ajenjo, la sabina, el azafrán o la ruda; popularmente fueron muy famosas las infusiones diarias de perejil.

Para calmar los dolores menstruales aconsejaban la aplicación de paños calientes en las zonas dolorosas, la toma de infusiones de manzanilla o hierbaluisa, e incluso alguna copita de alta graduación alcohólica.


En épocas muy antiguas y en muchas partes del mundo se creyó que la época menstrual procuraba a la mujer una inteligencia y un juicio extraordinarios, aptos para desentrañar los más agudos misterios humanos.

La malignidad de la sangre menstrual se encontró estimulada especialmente al asociarse las reglas con alteraciones psíquicas leves o graves. Se relacionó con la agresividad injustificada, la cleptomanía, las tendencias incendiarias e incluso con los asesinatos; todo esto desarrolló un complejo hecho patológico que hoy en día se agrupa con el nombre de Neurosis Premenstrual. Algunos autores achacan a ésta la llamada Histerodemonopatía, que desencadenó durante la Edad Media las famosas "cazas de brujas".

 

 

Referencia: "Jo, tía " nº 7 / http://www.medspain.com

 

2 comentarios

Jemaba -

Perdona la tardanza en responder, pero no había recibido aviso de tu comentario.
Hoy escribo la segunda parte del artículo. Gracias por el comentario, y un saludo Raulito

raulitto -

como me he llegado a reir con el juan de cardenas este, entiendo k su epoka tenia sus limitaciones y es natural andar errado, pero aun asi me he reido mucho.
me encanta tu blog, claro me encanta la historia ¿como puede haber gente k no le guste?