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FRANZ

EL ABANICO Y SU LENGUAJE

EL ABANICO Y SU LENGUAJE

La historia del abanico es tan larga como la Humanidad.  Se conoce su existencia en Egipto, en el año 3000 a.C., y eran de gran tamaño, fijos, de forma semicircular, hechos con plumas de colores , sobre todo de pavo real, sujetas a una base de forma rectangular, donde solían aparecer símbolos que identificaban a sus dueños o mensajes de buena suerte para sus poseedores. La unión de las plumas con un largo mango se adornaba con una decoración en forma de flor de loto, considerada sagrada por los egipcios y que hoy en día se conoce con el nombre de Rosa del Nilo. Eran utilizados por los sirvientes para refrescar con su aire y espantar a insectos, especialmente moscas, que, indiscretas, se acercaban a su Señor, manteniéndose ellos mismos , gracias a la longitud del mango, a una respetuosa y prudente distancia.

 

Los abanicos en el antiguo Egipto no fueron considerados como complemento del vestido tradicional, sino como símbolo inequívoco de poder y elevada situación social cuyo uso estaba vetado a casi todo el mundo menos al Faraón, y sólo en ocasiones especiales podían ser utilizados por sus hijos, esposas y familiares más cercanos.

 

Cabe destacar que cuando una persona era nombrada Portador de abanico a la derecha del Faraón su condición social se elevaba de inmediato y el cortesano que lograba este puesto veía como sus favores y prebendas aumentaban, convirtiéndose en un alto funcionario. Esta práctica era bastante común durante el Imperio nuevo.

 

Cuando los griegos conocieron el abanico en la antigüedad, éste había perdido ya su condición de atributo real y era considerado como un elemento menos ceremonial. Inicialmente, como en muchos otros lugares, el material para elaborar sus abanicos se reducía a las fibras vegetales que se podían encontrar en el entorno pero, poco a poco, los griegos fueron embelleciéndolos al incorporar plumas de ave, generalmente de pavo real, unidas con resina a un mango de madera. Eran pequeños abanicos rígidos , de forma redondeada o semejantes a una hoja acabada en punta.

 

Se conocían varios tipos de abanicos, con nombres diferentes según su utilidad: el miosoba o espanta-moscas que se utilizaba para ahuyentar insectos durante los viajes o mientras se comía; el ripis o aventador, utilizado para avivar el fuego y el psigma o refrescador que era el utilizado como abanico propiamente dicho. Éste último, el psigma, era el utilizado por las mujeres de Atenas y también por los hombres, pues algunas fuentes citan una curiosa costumbre griega, y que al parecer agradaba sobremanera a las mujeres: los hombres debían abanicar a la esposa mientras ésta se adormecía, como muestra de amor o para pedir el perdón por alguna falta cometida.

 

En la Grecia clásica, las sacerdotisas preservaban los alimentos sagrados agitando sobre ellos grandes abanicos de plumas o penachos , costumbre ritual seguida luego en la Roma imperial, en la que eran llamados flabellum. También utilizaban otro tipo de abanico para espantar las moscas, que recibía el nombre de muscaria,  mucho menos vistoso que el flabellum y hecho con materiales más toscos.


En China ,la tradición del abanico es milenaria y lo utililizaban tanto el hombre como la mujer .
Confeccionado con  diversos materiales: sedas, papel, plumas, bambú, encajes, marfil, maderas livianas, etc , era ampliamente usado no solamente para refrescarse sino también, pintado decorativamente, como un elegante ornamento personal, y también como elemento de autoridad llevando en la mano el estuche del abanico. En las visitas lo llevaban consigo y solían escribir en él ideas y pensamientos.

 

Los japoneses se servían del abanico para saludar, y para colocar sobre los mismos los regalos que ofrecían a las amistades. No había mejor premio para un alumno disciplinado, ni se podía acudir sin él a bailes o espectáculos. La mujer oriental se sentía desnuda sin el concurso de su abanico. Incluso los condenados a muerte recibían uno en el momento de salir para el patíbulo.

 

En Occidente, durante la Edad Media el abanico o "flabellum" pasó a formar parte de la liturgia cristiana, empleándose en la consagración para proteger la Eucaristía de los insectos y refrescar al celebrante. Después del siglo XIV el flabellum cae en desuso en la iglesia romana (reservándose solamente para misas solemnes y procesiones papales hasta su desaparición definitiva), pero se conservó en las iglesias griegas y armenia donde recibe el nombre de "rhipidion".Hubo también abanicos de plumas de faisán y pavo real con magos de oro adornados, de uso habitual en los círculos cortesanos.


El abanico era también conocido por incas y aztecas, y ya a principios  del siglo XVI, Moctezuma regaló a Hernán Cortés , seis abanicos de plumas con ricos varillajes. Los incas por su parte tenían tanta estima a los abanicos que los ofrecían a sus dioses.

En España, las primeras referencias del abanico aparecen en la Crónica de Pedro IV de Aragón (siglo XIV), en la que se cita como oficio de los nobles que acompañaban al rey "el que lleva el abanico". Conviene decir que estos abanicos eran rígidos y de forma redondeada, empleándose generalmente como materiales la palma, la paja, la seda y las plumas de pavón.

Entre los presentes de Colón a Isabel la Católica al regreso de su primer viaje a América, figura un abanico de plumas, material en el que también estaban realizados los cinco encargados en 1514 por Germana de Foix ,segunda mujer de Fernando el Católico.


Una leyenda sitúa la aparición del abanico plegable en torno al siglo VII d. C., y atribuye su invención a un fabricante japonés que tuvo la idea al observar las alas de un murciélago. Corrobora esta leyenda el hecho de que los primeros abanicos plegables se denominaban "komori", palabra que en japonés significa murciélago.

En Europa, el abanico plegable aparece en el siglo XVI, probablemente a través de Portugal, país que en aquella época mantenía una intensa actividad comercial con Oriente.


En los siglos XVII y XVIII el abanico plegable alcanza una gran difusión, especialmente en Italia, Francia, España e Inglaterra, pasando a ser un instrumento de distinción, elegancia y coquetería femenina; siendo, en opinión de Isabel I de Inglaterra, el único regalo que podía aceptar una reina. Esta soberana poseía una gran colección de abanicos (siempre se retrataba con alguno de ellos), al igual que la reina Cristina de Suecia e Isabel de Farnesio (segunda mujer de Felipe V), llegando esta última a reunir 1636 ejemplares diferentes. La también reina de Suecia Luísa Ulrick, llegó a fundar en 1774 una “Orden del Abanico” para las damas de su corte.

En tiempos de Luis XV la etiqueta prohibió a las damas de la Corte abrir sus abanicos en presencia de la reina, a no ser en forma de bandeja para ofrecer algo a la soberana (como muchísimo antes habían hecho los japoneses).

Desde mediados del siglo XVII el abanico es ya un objeto de moda, generalizándose su uso entre las mujeres de todas las condiciones en la centuria siguiente. En esta época, se convierte en un complemento femenino imprescindible, utilizándose, además de su función original, para ocultar o mostrar emociones, de ahí que Moliére lo denomine "biombo del pudor". Sin embargo, no todas las mujeres poseían la misma gracia o habilidad en su manejo, opinando Mme. de Staël que en este detalle es el que se aprecia la distinción de las damas.

 

La reina María Antonieta los regalaba a sus más íntimas amigas. Por eso, tal vez, la Revolución Francesa quiso ignorarlo como resto decadente de un pasado deplorable, pero estaba tan arraigado que fue necesario buscarle un uso revolucionario: fabricaron abanicos que al plegarse adoptaban la forma de un  fusil, cuyo motivo decorativo era la escarapela tricolor.

 

El siglo XVIII fue el de la consagración y triunfo del  abanico, y se fabricaron abanicos para todos los usos imaginables : para el luto, las bodas; abanicos de bolsillo, de salón, de casa, de jardín…., e incluso los famosos abanicos de olor , impregnados en perfumes carísimos, que al abanicarse despedía su fragancia, y servían para los largos paseos de verano.

 

En Venecia ya existían, y habían llegado a España durante el siglo XIX, los abanicos careta para asistir a los carnavales y bailes de máscaras. Se inventaron también entonces los abanicos de espejuelos que permitían observar sin ser a su vez observados. 


Y nada mejor para terminar, que citar lo que se ha llamado el “lenguaje del abanico”. Un escritor del siglo XVIII, Julio Janin, asombrado ante la versatilidad del abanico en manos de una mujer, dice:

 

“Se sirven de él para todo; ocultan las manos, o esconden los dientes tras su varillaje, si los tienen feos; acarician su pecho para indicar al observador lo que atesoran; se valen también de él para acallar los sobresaltos del corazón, y son pieza imprescindible en el atavío de una dama. Con él se inicia o se corta una historia galante, o se transmiten los mensajes que no admite alcahuete”

 

A la sombra de un abanico se hacían confidencias, o se daba ánimos a un galanteador tímido. Tenía su propio lenguaje, algunos de cuyos muchos significados os indico  a continuación :

 

Abanicarse rápidamente.

Te amo con intensidad.

Abanicarse lentamente o abrirlo y cerrarlo muy despacio.

Soy una señora casada y me eres indiferente. También si se abre y cierra muy despacio significa esto.

Cerrar despacio.

Significa un "Sí". Si se abre y cierra rápidamente significa, "Cuidado, estoy comprometida".

Cerrar rápido .

Significa un "No".

Caer el abanico.

Significa: te pertenezco.

Levantar los cabellos.

Si levanta los cabellos o se mueve el flequillo con el abanico significa que piensa en ti, que no te olvida.

Contar varillas.

Si cuenta las varillas del abanico o pasa los dedos por ellas quiere decir que quiere hablar con nosotros.

Cubrirse del sol.

Significa que eres feo, que no la gustas.

Apoyarlo sobre la mejilla.

Si es sobre la mejilla derecha significa "Si". Sobre la mejilla izquierda es "No".

Prestar el abanico.

Si presta el abanico a su acompañante, malos presagios. Si se lo da a su madre, quiere decir "Te despido, se acabó".

Dar un golpe.

Un golpe con el abanico sobre un objeto, significa impaciencia.

Sujetar con las dos manos.

Si sujeta el abanico abierto con las dos manos, significa "es mejor que me olvides".

Cubrirse los ojos.

Con el abanico abierto, significa "Te quiero". Si se cubre el rostro puede significar "Cuidado, nos vigilan.

Pasarlo por los ojos.

Si se pasa el abanico por los ojos significa  “ Lo siento”. Si cierra el abanico tocándose los ojos quiere decir, "Cuando te puedo ver".

Abrir el abanico y mostrarlo.

Significa, "Puedes esperarme".

Cubrirse la cara.

Cubrirse la cara con el abanico abierto, significa: Sígueme cuando me vaya.

A medio abrir.

Apoyar el abanico a medio abrir sobre los labios quiere decir "Puede besarme".

Apoyar los labios.

Si apoya los labios sobre el abanico o sus padrones, significa desconfianza, "No me fío".

Pasarlo por la mejilla.

Significa, "Soy casada".

Deslizarlo sobre los ojos.

Significa: "Vete, por favor".

Mano izquierda.

Llevarlo en la mano izquierda quiere decir: "Deseo conocerte". Moverlo con la mano izquierda significa: "Nos observan".

Mano derecha.

Llevarlo o moverlo con la mano derecha, significa: "Amo a otro".

Pasarlo de una mano a otra.

Significa, "Estás flirteando con otra" o "Eres un atrevido".

Girarlo con la mano derecha.

Significa: "No me gustas".

Tocar la palma de la mano.

Quiere decir: "Estoy pensando si te quiero".

Sobre el corazón.

Apoyar el abanico abierto sobre el corazón o el pecho, quiere decir: "Te amo" o "Sufro por tu amor".

Darse en la mano izquierda.

Darse un golpe con el abanico cerrado en la mano izquierda significa "Ámame".

Mirar dibujos.

Mirar los dibujos del abanico, quiere decir: "Me gustas mucho".

Bajarlo a la altura del pecho.

Significa: "Podemos ser amigos". También dejarlo colgado, quiere decir "Seremos amigos".

Cerrarlo sobre la mano izquierda.

Quiere decir: "Me casaré contigo".

Ponerse en el balcón con el abanico abierto o salir al balcón abanicándose. Saldré.También entrar en el salón abanicándose.

Dejarse el abanico cerrado en el balcón, salir al balcón con el abanico cerrado, o entrar en el salón con el abanico cerrado.

No saldré

Arrojar el abanico.

Quiere decir: "Te odio". o "Adiós, se acabó".

Presentarlo cerrado.

Significa: "¿ Me quieres ?".

Sobre la oreja.

La izquierda, "Déjame en paz no quiero saber nada de ti". La derecha, "No reveles nuestro secreto".

Contar o abrir cierto número de varillas.

La hora para quedar en una cita, en función del número de varillas abiertas o "tocadas".   

 

Su uso decayó. Pero no porque los moralistas dijeran de él que eran “ alcahuetes del recato con los que se cómete desacatos a las buenas costumbres”. Sencillamente, dejó de ser un objeto  de moda e innesario como elemento de comunicación galante. Nos quedamos con a ganas de saber lo que querría decir en otros tiempos la señorita de los abanicos de la imagen.

 

Actualmente el abanico solo puede verse en manos de  mujeres de la tercera edad, calurosas señoras orondas , folcrólicas, personajillos de la alta sociedad en eventos folclóricos festivos y también en las de algún que otro elemento muy rarito/muy extravagante , como en otros tiempos aquellos alocados de Locomía o hoy mismo ese extrañísimo comprador compulsivo conocido como Duque de Lugo.

 

Referencia: “Historia de las cosas” –Pancracio Celdrán / http://www.todoabanicos.com / http://www.protocolo.org

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