CINTURONES SEXUALES
Seguro que todos habéis oído hablar del cinturón de castidad, más del femenino que del masculino, este artilugio de hierro con cerradura , con dos únicos y pequeños orificios dentados, para evitar tentaciones, y permitir las evacuaciones corporales, utilizado para asegurar el buen comportamiento de la entrepierna de él/ella, y que equivocadamente se asocia a la Edad Media.
Se dice que el cinturón de castidad , ligado a la nobleza, es una pieza que reafirma el ego posesivo del varón, la desconfianza en la dama que suspuestamente venera, el miedo a que otro se muestre más viril que él, y, a la vez la aparición del instinto genético de proteger la herencia, de asegurara unos vástagos propios, de evitar la duda sobre si ese hijo es legítimo o pertenece a otro señor. Es la construcción de ese árbol genealógico de familias, noblezas, monarquías que llegan a nuestros días y en los que, lo único seguro es quien es la madre.
El cinturón de castidad fundamentalmente impide a la dama ser penetrada por otro varón. El señor del castillo , ayudado del herrero se encarga de sellar con un candado el artilugio, y de guardar celosamente la única llave. Pero la seguridad era escasa, ya que expertos abrían y cerraban aquellos cinturones con la misma facilidad con que hoy en día un experto abre y cierra cajas fuertes. Por otra parte el herrero siempre era susceptible de ser comprado y de estar en posesión de una copia de la llave que celosamente llevaba el señor al cuello.
La leyenda lo asocia a aquellos nobles cruzados que cuando partían a sus largas luchas en tierras infieles, colocaban el cinturón de castidad a sus mujeres para asegurar su forzada fidelidad, y se llevaban la llave con ellos. Historia difícil de creer salvo que su objetivo fuera realmente la de quedarse viudos, ya que el uso prolongado del artilugio habría provocado una infección mortal a la portadora, a causa de la acumulación de orina y las heces fecales, así como por el roce y las llagas provocadas por el contacto del hierro sobre la piel.
El mito alcanza a personajes tan conocidos como el propio Rodrigo Díaz de Vivar alias “El Cid”. Cuando sufre destierro en 1081, dicen que se aseguró de la fidelidad de su Jimena con un cinturón de castidad. Pero resulta del todo increíble creer que la dama mantuviera su entrepierna en tal situación durante seis largos años.
Lo cierto es que ni siquiera se sabe con certeza cuándo fue inventado el cinturón de castidad que algunos sitúan en el largísimo periodo comprendido entre 1500 y 1800. En cualquier caso corresponde a fecha muy posterior a la Edad Media, quizás en el Renacimiento, y fue popularizado literariamente en la Inglaterra del siglo XIX . Es bastante más creíble, la versión que sostiene que la utilización del cinturón de castidad, se realizaba por parte de algunas mujeres y a iniciativa propia, como defensa contra la violación, en época de acuartelamiento de soldados, durante viajes y en estancias nocturnas en posadas, y también en conventos como elemento para evitar la masturbación (aún a mediados del siglo XIX, en la muy rígida época Victoriana, un tal doctor John Moodie lo prescribía para combatirla) y las relaciones sexuales entre la gente consagrada a Dios, y también como penitencia que los confesores imponían a damas dadas al sexo ilícito. Lo insólito del asunto es que hoy en día, se continúan fabricando cinturones de castidad para ellas y ellos. Giuseppe Acacia, por ejemplo, lo sabe muy bien. Este italiano es el responsable de Gubbio, una empresa que se dedica a la comercialización de reproducciones de armas y otros objetos medievales, incluidos cinturones de castidad, falsamente atribuidos, como hemos dicho, a dicha época. Cada año, su compañía despacha, a diversos puntos del planeta (desde Estados Unidos a Rusia, pasando por Francia, Gran Bretaña, China, Argentina o los Emiratos Arabes) medio millar de cinturones de castidad, de los cuales aproximadamente un 30% son para hombres.
Acacia sostiene , con buen criterio, que encerrar el deseo de la sexualidad en una prisión de hierro es en estos momentos un método absolutamente superado, ya que cualquiera puede abrir uno de estos cinturones con una simple llave maestra. Y añade que en el mercado existen otros artículos mucho más sofisticados que permiten a una persona asegurarse de la fidelidad de su pareja. No le falta razón Acacia . Se dice que existen unas braguitas pensadas específicamente para detectar un posible engaño amoroso. Esas supuestas braguitas inventadas en los EEUU, que algunos califican de gran broma internáutica, utilizando alta tecnología militar, incorporan un sensor especial que localiza a la portadora mediante sistema GPS ,y registra los cambios de temperatura ambientales, algo que por ejemplo ocurre cuando la persona sufre algún calentón o se despoja de esa prenda. La sonda envía entonces una señal a un procesador, que registra la hora exacta del suceso y el lugar. Además de los cambios de temperatura, las bragas también son capaces de detectar las modificaciones en la acidez cutánea, un parámetro que varía de persona a persona y que permitiría descubrir un cambiazo.
También, y para amantes del fetichismo en los juegos eróticos, se venden cinturones de castidad hechos a medida con materiales plásticos y aluminio (los masoquistas prefieren el artesanal hierro) que comprenden desde modelos tipo tanga a otros que simulan lencería, para ellas, hasta graciosos artefactos para ellos. Para interesados en estas cosas, os recomiendo visitar la entretenida y completa http://www.arrakis.es/~jmselva, en donde además de informaros podréis comprar vuestro cinturón preferido.
Referencias: “El Enigma medieval”- Jorge Blaschke / “El Mundo- Suplemento Crónica” Fábrica de cinturones de castidad –Irene H. Velasco./ http://www.arrakis.es/~jmselva
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