HOMBRES LOBO
Durante la Edad Media, el lobo queda clasificado como animal maléfico, y se convierte en el chivo expiatorio y catalizador de odio entre los siglos XI y XII, en una época de crisis ambiental que empuja a los lobos hambrientos hacia los centros habitados. Esa criatura infernal ,voraz, insaciable y feroz, serio competidor del hombre en tiempos de escasez, más que cualquier otro animal, dio cuerpo a los miedos del hombre. Se puede decir en cierto sentido, que es el animal de los animales, y a él se han referido en los siglos pasados como la bestia. Además, el lobo, gracias a la tradición cristiana se convierte en una representación del diablo ( lobo=diablo y oveja = fieles) y en ocasiones de los herejes ( llamados lobos de Satán)
En numerosas tradiciones universales se produce la metamorfosis de hombre a animal, conocida como tariantropía. Hoy sabemos que esta supuesta metamorfosis, en el caso de hombre a lobo, se debe a enfermedades mentales o genéticas conocidas como licantropía clínica, porfiria o hipertricosis.
La licantropía clínica es una enfermedad mental que hace creer al que la padece que ha asumido el aspecto, voz y comportamiento de un lobo, sin que haya sufrido una transformación física. Estas personas creía que el pelo les crecía por debajo de su piel, creencia que dio ligar a que ,en algunos casos, se les descuartizara para comprobarlo.
Cosa distinta es el hombres-lobo, que es tradicionalmente el que, por efectos de la magia o por propensión natural , posee la habilidad de transformar su aspecto en lobo. Se decía que dos cualidades permanecían siempre: su voz y sus ojos, y que podrían clasificarse en:
Hombres-lobo hereditario: su enfermedad involuntaria es transmitida de generación en generación como consecuencia de alguna terrible maldición familiar.
Hombre-lobo voluntario: supuestamente adquiría este aspecto por utilizar magia negra, encantamientos, ungüentos, cinturones de pieles de animales,.
Ya en los siglos XVI y XVII los tratadistas hicieron referencias de muy variado tipo a la utilización de ungüentos y hierbas que, frotados o ingeridos, creaban en sus usuarios la ilusión de convertirse en lobos. Entre la larga lista de ingredientes utilizados para la transformación, se encuentran entre otros la raíz de belladona, hierba mora, sangre de murciélago y de abubillas, apio, hollín, perejil, hojas de álamo, adormidera, beleño, cicuta... y crustáceos.
Sin embargo, el consumo de sustancias alucinógenas no agota la descripción de las enfermedades que, desde antiguo, los fisiólogos llamaron licantropía. Paulos Aigina, médico que vivió en Alejandría en el siglo VII y célebre autor de una enciclopedia sobre medicina en siete volúmenes, analiza la enfermedad y la describe a partir de su experiencia clínica. Según Charlotte F. Otten, atribuyó sus causas a
.el mal funcionamiento del cerebro, patología humoral y drogas alucinógenas. Paulos describió los síntomas de sus pacientes licantrópicos en los siguientes términos: palidez; visión débil; ausencia de lágrimas y de saliva, con la consiguiente sequedad de ojos y lengua; sed excesiva, piernas incurablemente ulceradas (por rasparse con frecuencia cuando caminan en «cuatro patas»); compulsión obsesiva a vagabundear de noche en cementerios y a aullar hasta el alba. Para la cura, el fisiólogo recomienda baños, purgas, apertura de una vena, dieta controlada, y para prevenir el insomnio y el vagabundeo nocturno, frotar las narinas del paciente con opio, de manera de asegurar un sueño ininterrumpido.
La porfiria es una enfermedad congénita, debida a un gen recesivo que impide que en la médula se produzca la transformación de porfobilinógeno en porfirina (sustancia que forma parte de un grupo de derivados del pirrol, sin hierro o magnesio, que se encuentra en el protoplasma y forma la base de algunos pigmentos . Los síntomas incluyen una severa sensibilidad ante la luz, orina muy oscura (por las grandes cantidades de porfirina que se eliminan), tendencia a la ulceración de la piel produciéndose, a la larga, la destrucción de huesos y cartílagos, con la consiguiente pérdida de nariz, orejas, párpados y dedos, abundancia de pelo y sobrepigmentación en las áreas fotosensibles, obscurecimiento de los dientes por los depósitos de porfirina y una médula hiperplásica, con la consiguiente anemia. Algunas manifestaciones de la enfermedad incluyen además desórdenes mentales que van de la histeria a la psicosis maníaco-depresiva y el delirio.
Así, el especialista Dr. L. Illis, en 1964 en su articulo Sobre la Porfiria en la etiologia de los Hombres Lobos dice,
es posible, entonces, trazarse una imagen del enfermo de porfiria que, aunque no necesariamente de manera característica o típica, encaje en toda la evidencia disponible en la literatura sobre la porfiria: tal persona, por su fotosensibilidad y el desfiguramiento consiguiente, tal vez sólo quiera salir de noche. La piel pálida, amarillenta y excoriada puede explicarse por su anemia hemolítica, su ictericia y su prurito. Esos rasgos, junto con la hipertricosis y la pigmentación, se ajustan perfectamente a las descripciones antiguas de los hombres lobo. Puede que el desdichado enfermo se halle mentalmente perturbado y muestre algún tipo o grado de comportamiento anormal. En épocas pasadas, eso se habría visto acentuado por el trato físico y social recibido de otras personas, quienes se habrían explicado la cuestión en términos de brujería o posesión satánica.
¿Qué podrían haberles sugerido los dientes rojos, la orina roja, los vagabundeos nocturnos, la mutilación de rostro y manos, el comportamiento alterado a los habitantes de comunidades primitivas de zonas relativamente aisladas y atormentados por el miedo?
En cuanto a la hipertricosis, se trata de una curiosa enfermedad congénita que consiste en el crecimiento excesivo del pelo generalmente largo, suave y ondulado en distintas partes del cuerpo, como una persistencia del lanugo, que es el vello que recubre al feto humano. A lo largo del tiempo, fueron estudiadas unas cuarenta familias, no emparentadas entre sí, que sufrieron esa dolencia. «Un caso temprano notable fue el de Pedro González, nacido en las islas Canarias en 1556, el cual tenía todo el cuerpo cubierto de pelo largo y suave, como un perro de Terranova. Este hombre fue llevado a la corte del rey Enrique II de Francia como una curiosidad, se casó allí y tuvo tres hijos, todos los cuales heredaron la misma forma de pilosidad. Uno de ellos, por lo menos, llevó este trastorno hasta la tercera generación.
Referencias: Licantropía: historias de hombres lobo en occidente - Jorge Fondebrider- Adriana Hidalgo editora / Animales mágicos-Roberto Marchesini /Sabrina Tonutti-Editorial de Vecchi / Testigos del prodigio-Jesús Callejo y José Antonio Iniesta-OBERON-Grupo Anaya S.A.
0 comentarios