EL POLVO Y LA MALA LECHE
Si en el siglo XVIII algún señor hubiera dicho a otro: «vamos a echar un polvo», o algo por el estilo no hubiera causado ninguna sorpresa ni escandalizado a nadie. Se referiría al rapé o tabaco en polvo. De la misma manera se debería entender la frase refiriéndose al acto de empolvar una peluca.
La acepción malsonante , como sinónimo de acto sexual, deriva de la Biblia y la liturgia católica.
En el Génesis, cap. 3, v.19 se dice: «Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que tornes al suelo, pues de él fuiste tomado ya que eres polvo y tornarás al polvo.» En la liturgia del Miércoles de Ceniza el sacerdote pronunciaba las palabras: «Memento homo quia pulvis eser in pulverem reverteris» («Recuerda hombre que eres polvo y al polvo has de volver»). En una traducción popular basada en el texto bíblico ya citado y en el anterior en el que se dice que Dios hizo al hombre del barro, es decir del polvo humedecido, se dijo «que del polvo vienes y al polvo has de volver». Teniendo en cuenta que el origen del hombre se encuentra en el coito, se identificó éste con el polvo bíblico y litúrgico, con lo que la palabra tomó un sentido que en un principio no tenía.
En cuanto a la expresión “tener mala leche” hay que recordar que una creencia muy antigua atribuía gran importancia a la leche que se mamaba en la primera niñez. Se recomendaba, como se recomienda ahora, la lactancia materna: pero en el caso en que ésta no era posible se creía que la leche mamada de ubres mercenarias influía en el carácter del niño. Así, por ejemplo, si la nodriza era iracunda lo sería también el lactante, si avara, avaro sería él, etc.
Persona malaleche , es una persona de permanente mal humor; sujeto mal intencionado y avieso; individuo de mala índole, que siempre anda buscando las vueltas a las personas o a las cosas. Se alude con este vocablo compuesto a la calidad de la leche que mamó el sujeto en cuestión. Antaño se dijo “ leche” a la estirpe o ralea de la que uno desciende, siendo sinónimo de “raza”.
San Agustín, que creía en ello, recomienda que se empleen nodrizas cristianas para que el niño no se vea inficionado por leche pagana y en la Edad Media, y muy especialmente en España, se recelaba de las nodrizas no cristianas, judías o musulmanas, por creer que «tenían mala leche» y el niño sufriría toda su vida la influencia de la leche mamada.
«Ser de mala leche» significaba, pues, no haber sido alimentado por la madre o una nodriza cristiana y por lo tanto no ser de fiar.
Referencia: Historias de la historia- Segunda serie-Carlos Fisas-Editorial Planeta/ Inventario general de insultos- Pancracio Celdrán-Ediciones del Prado 1995
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