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FRANZ

La catedral profana

La catedral profana

La catedral, alma, y muchas veces, origen de la ciudad, se debatía entre su ubicación urbana y su naturaleza eclesiástica. Como edificio público, formaba parte de la urbe en la que se elevaba, y en consecuencia participaba de sus actividades, acogía espectáculos y reuniones, daba cobijo a los mercaderes, presidía simbólicamente los juicios y era testigo de las ejecuciones. Simultáneamente, como templo, acotaba el espacio de lo sagrado, reproducía mensajes bíblicos en sus fachadas, por ello llamadas “Biblias de los indoctos”, se destinaba a los oficios, y con sus torres y sus gárgolas de piedra siempre vigilantes, trataba de mantener su posición preeminente en la vida de la ciudad.

 

Así, en la Edad Media, las catedrales no eran solo un lugar para oficiar ritos religiosos, si no también la casa de todos, y constituía el centro ciudadano  intelectual y moral, el corazón de la actividad pública, el lugar elegido para ritos populares.

 

Durante el día solían estar animadas por un continuo trasiego de gentes que se resguardaban en ellas, o se dedicaban a vender y comprar en su interior, Los muros de sus naves, perforados por capillas, eran espacios privados y cerrados, comprados por nobles y gente adinerada para recibir allí sepultura. Esas sepulturas eran fuente de constantes problemas, pues a veces se elevaban alcanzando formas monumentales y, en numerosas ocasiones, se cubrían con ajuares fúnebres, como alfombras, candelabros o estrados, que dificultaban el tránsito por el interior del templo y la asistencia a los oficios.

 

El altar y el coro se destinaban exclusivamente al culto: el tramo que los unía, correspondiente al crucero, se cercaba, y tras el coro se colocaban altares para la eucaristía. Pero en los espacios abiertos (en las naves laterales, en los brazos de transepto, en la nave central) los fieles podían circular libremente y, normalmente, lo hacían desoyendo las normas que trataba de imponer el cabildo.

 

En la Edad Media , en la catedral se celebraban fiestas o ritos populares:  los “juegos de escarnio” , esto es, representaciones en las que aparecían sermones grotescos, frases de doble sentido, canciones lascivas y similares, que no tenían nada de liturgia, pero que eran muy apreciados por el pueblo.

 

Se celebraba la “Fiesta de los Locos” durante la cual se ofrecía una imagen ridícula y deforme de la jerarquía eclesiástica, en la que el Papa era seguido por los obispos y por el pueblo de fieles personificados por actores. Era una forma espontánea de teatro popular que permitía satirizar a los hombres de la Iglesia, y también  la “Fiesta del Asno” o del “Poder Asnal”, que proporcionaría” a la Iglesia el oro de Arabia y el incienso y la mirra de Saba”. La ceremonia comportaba también la entrada triunfal de un asno por debajo de los arcos de la catedral, entrada consentida por los celebrantes, evidentemente, y entraba durante la misa, tras la lectura de la epístola.

 

En el siglo XIII, el rey Alfonso X indicaba en las “Partidas” que “escarnios, villanías y desaposturas” no debían hacerse en las iglesias, y que los clérigos debían de echar de ellas deshonradamente a quienes lo hicieran, “ca la casa de Dios es fecha para orara e non para facer escarnios en ella”.

 

Sin embargo, se aclaraba que sí se permitían algunas representaciones religiosas (del nacimiento de Cristo, la aparición del ángel a los pastores, la adoración de los magos, la Resurrección,…) pues “tales cosas como estas mueven al ome a fazer bien e a aver devoción en la fe”.

 

La prueba de que estas leyes no se cumplían la encontramos dos siglos más tarde, cuando el concilio de Aranda viene a decir prácticamente lo mismo: “ Como a causa de cierta costumbre admitida en las iglesias metropolitanas, catedrales y otras de nuestra provincia (…) se ofrecen en las iglesias juegos escénicos, máscaras, monstruos, espectáculos y otras diversas ficciones, igualmente deshonestas, y haya en ellas desórdenes y se oigan torpes cantares y pláticas burlescas, hasta el punto de turbar el culto y de hace indevoto al pueblo, prohibimos unánimes todos los presentes esta corruptela”.

 

 

Referencia: Los secretos de las catedrales- A. Roversi Monaco Editorial De Vecchi-2001 /La época de las catedrales –Cátedra 1993-George Duby / National Geographic nº64- La era de las catedrales – Covadonga Valdaliso

 

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