La muerte de las abejas
Desde que se dio la voz de alerta sobre la masiva desaparición de las abejas ,un misterioso fenómeno conocido como «Síndrome de Desabejamiento de las Colmenas», los apicultores citan a Einstein con la misma naturalidad que un hombre de campo recurre al refranero, refiriéndose a la frase, falsamente atribuida al científico, «si la abeja desapareciera de la Tierra, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres». Por si eso no fuera suficiente, el tiempo engaña a las abejas que se rigen por su calendario desde hace siglos, y así, el cambio climático hace que el almendro florezca 15 días antes, porque se adelanta la primavera, y por ello aunque hay floraciones, las abejas no salen por culpa del frío y acaban muriendo de hambre. España, el mayor productor de miel de toda Europa, tiene más de la mitad de sus colmenas afectadas por el síndrome, que se ha extendido de centro a sur, desde La Alcarria a Las Hurdes pasando por Andalucía. Es otro aviso de la naturaleza; un desastre ecológico más, que pagaremos muy caro si el remedio no llega a tiempo.
Tan frágiles como laboriosas, las abejas no sólo producen miel, polen, cera, propóleos o jalea real; también se encargan de libar el néctar de las flores, y al hacerlo, permiten que el polen pase de una flor a otra, lo que facilita que la fruta crezca. Se calcula que una tercera parte de lo que comemos procede de plantas o árboles que necesitan la colaboración de la abeja melífera, la especie más productiva, para desarrollarse.
El «Síndrome de Desabejamiento» o «Trastorno del Colapso de las Colonias (CCD)», como se le conoce en Estados Unidos, se manifiesta por una paulatina desaparición de las abejas obreras. Según los investigadores, el problema tiene tres causas: «Una nutrición deficitaria de la abeja (por la baja cantidad y calidad de polen, sobre todo en época de sequía), los plaguicidas (tipo imidacloprid y friponil, éste último usado en jardinería) y al parásito “nosema ceranae” .
El parásito, que según los expertos aparece a causa de la debilidad de la colmena por las dos primeras causas, entra en forma de espora por la boca de la abeja, se instala en su estómago y allí inicia su ciclo biológico, que acaba con la funcionalidad de dicho órgano, por lo que la abeja que ya no puede comer, muere o se debilita tanto que la la mayoría no vuelven a sus panales por un mecanismo de defensa, acabando sus cuerpos, alejados de las colmenas, desapareciendo comidos por otros insectos y reptiles. Por eso, no se ven abejas muertas alrededor de la colmena o en su interior, que queda habitado normalmente por la abeja reina y las jóvenes, que no suelen verse afectadas, y que serán los únicos pobladores de la colmena, hasta que mueran faltos del alimento proporcionado por las buscadoras de néctar , y la colmena con ellos.
Referencia : “Magazine El Mundo” – Juan Carlos Rodríguez
0 comentarios