SEXO ENTRE MUJERES
Curiosa la historia de la homosexualidad femenina , hoy conocida oficialmente como lesbianismo , y también definida con otros muchos términos no tan conocidos y a veces más populares, como veremos al final de este artículo.
En la antigua Roma y en Grecia el lesbianismo es aceptado con normalidad. En Roma, por ejemplo, existen baños públicos para mujeres que, a pesar de estar casadas, deseaban mantener contactos sexuales con otras mujeres. Estos baños cuentan con chicas, las esclavas felatoras, que satisfacían sus deseos lésbicos. También existe constancia de bodas entre mujeres.
Con la expansión del cristianismo, la aceptación de las relaciones homosexuales fue decreciendo poco a poco hasta llegar a convertirse en motivo de persecución. Sin embargo, hay que hacer constar que el motivo de la condena cristiana se centra más en el adulterio que en identificar si se cometía entre hombres o entre mujeres.
En la Edad Media sólo se conocen contados casos de lesbianismo a través de los archivos eclesiásticos donde se recopilan denuncias, condenas y sermones. San Ambrosio, en el siglo IV, califica el deseo de unas mujeres por otras de acto lujurioso; San Crisóstomo lo califica de vergonzoso. Siglos más tarde , San Anselmo se refiere a la relación sexual entre mujeres como un atentado contra la naturaleza; y en el mismo sentido se pronuncia Pedro Abelardo. Santo Tomás estable como uno de los vicios contra natura la cópula entre hembra y hembra. Posteriormente muchos teólogos se basarán en Santo Tomás para condenar el lesbianismo como un pecado de lujuria.
En diez siglos sólo existen una docena de alusiones al lesbianismo, siempre ligadas a la condena eclesiástica, la herejía o la brujería. Las monjas, por ejemplo, son instruidas para evitar la atracción carnal entre ellas, y más adelante, en los Concilios de París (1212) y Ruan (1214) se les prohíbe dormir juntas y se las obliga a mantener sus cuartos iluminados durante la noche. Otras medidas para evitar estas relaciones consisten en impedir que las monjas se visiten o se les prohibe que cierren las puertas para poder ser controladas por la abadesa en todo momento.
En los siglos XVI, XVII y XVIII se trata el tema de las relaciones sexuales entre monjas (como por ejemplo la de Sor Benedetta Carlini, cuya historia conoceremos más adelante) en varias novelas y poemas. A finales del siglo XVI, el escritor francés Pierre de Bourdeille (señor de Brântome), admitía que las relaciones sexuales entre mujeres se habían convertido en una moda trasladada de Italia a Francia por una dama noble que probablemente era la reina de Francia, Catalina de Medici. Esta reina habría sido el ejemplo de un grupo de mujeres conocidas como "Batallón volante" que, según Pierre de Bourdeille, preferían hacer el amor entre ellas a quedar embarazadas y perder su honor. Es este escritor francés, el señor de Brântome, quien un una obra recopilatoria sobre amores entre mujeres, titulada “Las lesbianas”, quien utiliza por primera vez la palabra "lesbiana", en alusión a la isla de Lesbos en donde vivió Safo.
Otras mujeres de la época conocidas por sus tendencias lésbicas fueron Juana de Arco, Catalina de Erauso (la "monja alférez") y la reina Cristina de Suecia. El tratamiento que se da en esta época al lesbianismo es, dentro de la condena, más liviano que para la homosexualidad masculina. Se considera que la simiente masculina es más importante que la femenina, y por tanto su derroche inútil constituye una mayor ofensa a Dios. Las relaciones lésbicas se castigan con penas menores, equiparables a las de la masturbación. Sin embargo este tratamiento no es unánime puesto que en algunos lugares el lesbianismo se castiga incluso con la pena de muerte. En líneas generales, el lesbianismo se considera un problema mucho menos grave que las relaciones entre hombres, lo que da lugar a una menor persecución, pero también a una mayor ignorancia de la existencia y de la identidad de las mujeres lesbianas.
Por su curiosidad y por ser el primer caso documentado en Occidente , vale la pena conocer la historia de Benedetta Carlini , nacida en 1590, en Toscana (Italia), y conocida como “la monja lesbiana". De familia acomodada, entra en un convento a los nueve años. A los 23 años empieza a tener visiones de la Virgen María y de ángeles guardianes. Sor Benedetta es elegida abadesa del Convento de la Madre de Dios siete años después a causa de aquellas visiones, pero posteriormente levanta sospechas debido a que afirma tener contacto directo con Cristo. Durante la investigación, las autoridades de la Inquisición determinan que había mentido acerca de sus visiones y estigmas, y además descubren evidencias de que Sor Benedetta había mantenido relaciones lésbicas con otra monja, Bartolomea, y obligado a otras monjas a mantener relaciones varias veces a la semana, por lo que fue condenada a 35 años de prisión (una pena pequeña para la época, debido a que se consideró que había sido engañada por el diablo). En el "Tratado de enfermedades crónicas" de Soranos se comenta: "Actuando como si fuera un hombre, ella [Sor Benedetta] se movía encima de la subordinada con tal intensidad que ambas quedaban corrompidas". Y cuando dicen corromperse se refieren a alcanzar el orgasmo.
A finales del siglo XIX surge una nueva disciplina, dentro de la Psicología, conocida como sexología, con la que se pretende estudiar científicamente las relaciones sexuales. El lesbianismo se clasifica entonces como una perversión patológica, junto con otras como el sadomasoquismo, el fetichismo, el exhibicionismo, la zoofilia o la pedofilia. Asimismo se describe a la lesbiana como una mujer masculinizada, dando lugar a un estereotipo que, si bien coincidía con algunas lesbianas, dejaba al margen a otras muchas mujeres que no se vestían de hombre o no presentaban comportamientos masculinos. La sexología considera a las lesbianas enfermas mentales porque las contempla desde el rol social estereotipado de la época, es decir, se apartaban de la normalidad que se atribuía al papel de la mujer como esposa, madre y cuidadora de la progenie. El aspecto emocional se obvia por completo. Con estos conceptos erróneos, en los últimos años del siglo XIX y primeros del XX se cometieron abusos tales como considerar el lesbianismo una enfermedad de mujeres prostitutas o internar a las lesbianas en manicomios junto a criminales, aplicándoles métodos como el electroshock, la lobotomía o la extirpación del clítoris.
Y así ha sido hasta mediados de nuestro siglo. Todavía a finales del siglo XIX, cuando en la Inglaterra victoriana se declaró ilegal la homosexualidad, el lesbianismo escapó a toda posible persecución, por la sencilla razón de que la reina Victoria, se negó a reconocer su existencia.
Ya en el siglo XX la influencia de los estereotipos creados por los psicólogos hizo que se extendieran entre la población creencias absurdas sobre las lesbianas como la separación en dos roles, el de la mujer masculina (invertidas congénitas), que hacía de marido, y la mujer femenina (pseudolesbianas), que cumplía el rol de esposa.
En los años veinte se desarrollaron campañas para prevenir la enfermedad mental lésbica entre las chicas jóvenes, y esa labor provocó que empezara a asociarse el lesbianismo con la marginación, la enfermedad, la perversión y el vicio. Ante este tratamiento muchas mujeres lesbianas se aceptaron a sí mismas como enfermas e intentaron rechazar sus emociones casándose o suicidándose.
Y para terminar, decir que la homosexual femenina, además de lesbiana tiene otros términos que la definen, como por ejemplo los menos conocidos de cimbalita y sáfica y los populares tortillera y boyera/bollera, cuya procedencia es la que sigue:
Cimbalita: De las Fiestas Mistéricas, que se celebraban hace más de 2500 años , y en las que se realizaban unas ceremonias en las que participaban únicamente mujeres, sacerdotisas que adoraban a la diosa Cotito (también conocida como Cotytto, Cotis o Kotytto). En estas ceremonias, cuuyo objetivo era obtener prosperidad y abundancia, las sacerdotisas mantenían relaciones lésbicas y orgías. Uno de los ritos consistía en hacer una procesión mientras cantaban y tocaban, entre otros instrumentos, unos platillos de bronce llamados "címbalos" a la vez que danzaban con falos ceñidos a sus caderas.
Sáfica: De Safo, una poetisa griega nacida en la isla de Lesbos en el 628 a.C., que tenía un internado para jovencitas de familias nobles y una escuela de danza, música y poesía en una isla del Mar Egeo llamada Mitilene, y en el que Safo mantenía relaciones con las internas.
Boyera o bollera : Probablemente procede de antiguas sacerdotisas que dirigían carros de bueyes (de ahí la denominación de boyeras). Estas sacerdotisas celebraban ceremonias (hace 4000 años) en las que sólo participaban
mujeres por un rito religioso feminista según el cual sólo las mujeres representaban la Tierra, la única y más antigua diosa que adoró la humanidad antes de que el principio masculino la destronase. Estos cultos femeninos eran los residuos de un período matriarcal en el que toda la religión estaba en manos de las mujeres. Los ritos tenían carácter astronómico. De hecho existe la constelación de Boyero (antiguamente llamada Boyera y masculinizada a posteriori) representada por una sacerdotisa conduciendo un carro de bueyes.
Tortillera: Utilizado en muchos países hispanohablantes, principalmente en Cuba y España, y se refiere a una tortilla fu-yong que es una tortilla falsa donde no existen los huevos (en referencia a los genitales masculinos), que lleva el personaje Iluminada en la novela "Maitreya", del cubano Severo Sarduy. Esta tortilla fu-yong, que parece hacer referencia a un plato chino, se refiere más bien a "fullón", el aumentativo de fullería. Es, por tanto, una tortilla falsa, donde no hay huevos de por medio.
Otros términos también utilizados son virago (mujer viril), machorra (se decía de las ovejas que no criaban), fricatrices (“las que se frotan”) , tríbadas (“las que se rozan”), queers (término inglés que significa extraño, anormal, y que a partir del siglo XIX empezó a utilizarse con una connotación sexual),...
Referencia : “Historia del lesbianismo” --Virginia Juancorena / “ Las curiosidades”—Agustín Celis Sánchez.
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