LOS CASTRADOS
Ya que el artículo trata de asuntos relacionados con los testículos, y como curiosidad, debo citaros a los miembros de la tribu africana de los Bubal. Según la wikipedia, dicha tribu que habita únicamente en la delimitación fronteriza existente entre Kenia y Somalia, son particularmente conocidos por el crecimiento excesivo de sus testículos , que a veces llegan a tener hasta 70-80 cm. de diámetro, y que podéis ver en la imagen superior.
Resulta que la escasa alimentación y la permanente falta de vitaminas y microelementos movieron a los miembros de la tribu a tratar de encontrar ayuda en su único medio de supervivencia, las vacas. Así, una de sus creencias-costumbres es la de que desde pequeños deben alimentarse, entre otras cosas del flujo menstrual de las vacas, con la intención de evitar enfermedades como la anemia, el escorbuto y la leucemia, hábito que no abandonan hasta una vez que contraen matrimonio. Ya de adultos siguen con la costumbre de chupar la vagina de las vacas, creyendo que con eso consiguen coraje y valentía.
Unos científicos italianos descubrieron recientemente que este flujo era rico en vitaminas B6, B12, E y D y también un sustituto a la deficiencia de hierro, magnesio, fósforo, calcio y potasio. Esa es la razón por la que éstos científicos también piensan que este tipo de consumo protege a la tribu de la enfermedad más común de la región, la anemia.
También concluyeron que al ser consumido con frecuencia, parece que son los determinantes de la deformidad física irreversible que presentan los miembros masculinos de la tribu, el excesivo crecimiento de sus testículos una vez pasada la edad de la adolescencia por esta “terapia hormonal”, que no representa ninguna influencia contraria en cuanto al hecho de la reproducción, aunque conlleva otros problemas evidentes.
Dicho lo cual pasamos al tema que nos ocupa, y que es precisamente todo lo contrario de lo anterior: la castración .; en este caso con finalidad musical.
La tradición de los castrati, niños y jóvenes con voces “blancas” o “angelicales”, o sea, cercanas al registro femenino de soprano, cualidad previa a la llegada de la pubertad, se pierde en el tiempo, y sus ejemplos más lejanos se remontan al siglo XII, cuando en el Imperio Bizantino se utilizaban eunucos (esclavos castrados que se encargaban de la vigilancia de los harenes) para ejecutar algunas composiciones musicales.
En siglos posteriores, numerosas familias humildes ofrecían sus niños a la castración para preservar sus voces, y garantizarse así los ingresos necesarios para su supervivencia.
En el siglo XVI en Italia, se comprueba que castrando a niños de edades comprendidas entre los 7 y los 12 años, que poseyeran una hermosa voz, como los que cantaban en algunos coros y escolanías de las iglesias, cuando crecían conservaban el tono agudo de soprano de la voz infantil pero potenciada por los pulmones del adulto y la mayor caja de resonancia del tórax. De este modo se obtenía una voz extraordinaria, incomparable con ninguna de las conocidas hasta entonces y utilizadas en la naciente música teatral, precedente inmediato de la ópera.
La posibilidad de hacer carrera cantando en ceremonias religiosas, teatros o cortes, podía implicar un considerable ingreso, no sólo para el artista, sino también para su familia y los intermediarios de las contrataciones. Además, los mezquinos intereses forzaban frecuentemente a los niños a aceptar su castración, aunque una disposición hipócrita dictaba que no podía realizarse “sin el consentimiento del niño”.
Como sois lectores con sensibilidad, omitiré los diversos procedimientos de castración utilizados, a cual más salvaje, aunque para que tengáis una remota idea (en aquella época los métodos no eran tan refinados), podéis dar un vistazo al instrumental que se utiliza hoy en día para estos menesteres .
Es en el siglo XVI cuando los castrati hacen su aparición en las iglesias, tras la prohibición del Papa Pablo IV de que las mujeres cantaran en la Basílica de San Pedro. Así, niños y adultos castrados reemplazaron las voces femeninas. De esta forma, muchos de estos cantantes de “voz angelical” lograron la admiración del público y colosales fortunas personales, interpretando, según el caso, papeles masculinos o femeninos.
La Iglesia, que condenó desde un principio esas prácticas, y estableció penas de excomunión e incuso la de muerte para quienes practicasen o colaborasen con la castración, mantuvo, una vez más, una actitud hipócrita, desmentida clamorosamente por su propia actuación. Así, por ejemplo, en 1780 existían nada menos que setecientos castrati actuando en las iglesias de Roma.
Durante muchos años, estos fenómenos vocales son utilizados como espectáculo de feria donde, por ejemplo, se les hace competir con determinados instrumentos musicales, en especial con la trompeta, de timbre también muy agudo; el trompetista ejecutaba una nota y la mantenía el mayor tiempo posible en el aire o la modificaba e florituras; luego el cantante debía imitar aquel sonido con su voz o intentar igualarlo en duración o en filigrana. El público asistente cruzaba apuestas y el cantante podía terminar la función vitoreado o molido a palos, según le fuese en el desafío o estuviera el humor de los apostantes.
Sin duda alguna, el castrati más célebre de todos los cantantes castrati por sus excepcionales condiciones musicales, fue Carlo Broschi, conocido como Farinelli ( en la imagen superior). Los primeros años tras su aprendizaje le llevaron a recorrer numerosos teatros de poca categoría, dedicado más a ejercicios vocales casi circenses que a la auténtica interpretación musical. Los empresarios le contrataban para dúos con otros castrati en los que cada uno intentaba superar los alardes que acometía el otro sin regirse en cualquier caso por ninguna partitura; Otras veces eran los conocidos desafíos entre el cantante y la trompeta, que se transformaban en una sucesión de notas agudas y sobreagudas que hoy herirían nuestros oídos pero que entonces entusiasmaban al público que llenaba aquellos teatros. El caso es que la extraordinaria calidad de Farinelli, le permitió por fin dedicarse al repertorio operístico, que llegó a interpretar junto a George Fiedrih Haendel. Era tal la emoción que el canto de Farinelli producía, que numerosas damas caían desmayadas durante su actuación.
Mientras tanto en España transcurría el reinado del primer Borbón (loco), llamado Felipe V (Ssí, el de una alocada historia de Bo(r)bones). Sufría el rey de una gravísima enfermedad mental, que le producía entre otros síntomas un a profunda depresión, llamada entonces melancolía., que le hacía permanecer días y semanas e la cama sin permitir el más mínimo aseo personal , con un hedor que se hacía insoportables a su alrededor, musitando palabras inconexas y con actitudes infantiloides como chuparse el dedo o gritar creyéndose muerto y enterrado. Otras veces, durante la fase maníaca de la enfermedad , recorría el palacio semidesnudo, salía a los jardines en camisón lleno de mugre o incluso llegaba a agredir a la reina, la muy ambiciosa Isabel de Farnesio.
La reina, agotadas las posibles soluciones que la ciencia y hasta la brujería conocían, toma una decisión sorprendente, Consiste en intentar con su marido una especie de terapia que aun no siendo desconocida hasta ese momento e la historia de la medicina no había sido utilizada más que en contadas ocasiones y de forma más anecdótica que con intención conscientemente curativa. Se trata del efecto beneficioso que causa en a mente humana la música, mejor dicho, cierta música.
En 1737 en pleno éxito operístico, Farinelli se retiró de los escenarios y aceptó la muy generosa oferta de Isabel de Farnesio para ir a España y convertirse en cantante privado del rey Felipe V de España. Por lo visto, los cantos de Farinelli, que en España pasó a conocerse como “El capón”, aliviaron el estado mental del rey , una de las primeras noticias del efecto saludable de la musicoterapia.
Durante nueve años, Farinelli deberá cantar todas las noches junto al lecho del rey de medio mundo, siempre las mismas cuatro canciones que se habían demostrado como las más eficaces para aliviar la “melancolía” regia.
Después de la muerte de Felipe V, el cantante se quedó en la corte española un total de 25 años, sirviendo también al siguiente rey, Fernando VI, y a Carlos III durante varios años, hasta que sin saberse la causa, este último le ordenó abandonar el reino. Farinelli , tras haber pasado 25 años en a cote española volvió a Italia con una pensión vitalicia. Murió en 1782.
A finales del siglo XVIII, numerosos intelectuales europeos se pronunciaron abiertamente contra la castración, Voltaire y Rousseau entre ellos. Pero fue el imperio napoleónico el que puso fin a tales prácticas. Por su parte, la Iglesia modificó su actitud, permitiendo a partir de 1798 que las mujeres actuaran en los escenarios teatrales, además de que el papa Benedicto XIV declaró ilegal la amputación de cualquier parte del cuerpo, salvo en caso de absoluta necesidad médica.
A pesar de ello, los castrati siguieron cantando en el Vaticano y otras iglesias, hasta que un decreto del papa León XIII en 1902, prohibió definitivamente su presentación en ceremonias eclesiásticas. Sin embargo, se hicieron algunas excepciones, como en el caso de Alessandro Moreschi, “el último castrato”, quien se retiró en 1913 y fue el único que pudo dejar el testimonio de su voz para la posteridad en grabaciones realizadas en 1902 y 1904.
Referencias: http://www.kindsein.com/es/8/educacion/227/?ST1=Full_text&ST_T1=Article&ST_PS1=13&ST_AS1=0&ST_max=1 / “Historias curiosas del arte”- José Ignacio de Arana.
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