TIEMPOS DE CARPANTAS
Concluida la guerra civil española, empezó otra igualmente cruel: la guerra contra el hambre. Así, el 18 de mayo de 1939 se establece en todo el territorio nacional la llamada “cartilla de racionamiento”, las había de primera, segunda y tercera categoría, en función del nivel social, el estado de salud y el tipo de trabajo del cabeza de familia, y era un talonario formado por varios cupones, en la que se hacía constar la cantidad y el tipo de mercancía que cada persona podía adquirir durante un determinado período de tiempo en establecimientos sujetos al control de la Administración. Los funcionarios adscritos a esta tarea eran bautizados popularmente como «los de abastos». Cuando «los de abastos» llegaban a las aldeas, los campesinos escondían los sacos de legumbres en los tejados, conducían los cerdos al monte y no faltó quien construyó una doble pared en su casa para ocultar fardos de trigo y harina. Alimentos como el azúcar, el aceite, el bacalao, el tocino y los garbanzos pasaron a ser expuestos en los colmados como piezas de museo. En enero de 1941 se raciona el pan a razón de 80 gramos por persona y día; en abril queda prohibido que restaurantes, tabernas y cafés hicieran “ostentación en escaparates de artículos alimenticios en proporciones tales que constituyan un alarde de abundancia”, en mayo se raciona la carne a 100 gramos por persona y semana, y en julio se prohíbe la comida a la carta en establecimientos de comidas. Fue un año que quedó grabado en la memoria de muchos españoles hasta el punto de recordárselo a sus hijos, dos o tres décadas después, cada vez que dejaban sobras en sus platos: ¡Tenías que haber pasado el 41!, decían los padres. Las raciones individuales de los primeros años de la posguerra, pasaron a ser diferenciales a partir de 1943: las infantiles eran sólo un 60% de la de un hombre adulto y las de las de las mujeres el 80% de las del hombre. Sólo las madres gestantes, huérfanos, los mineros y los trabajadores de ferrocarriles disfrutaban de raciones más completas. Eran tiempos de pan negro, azúcar amarillo, boniatos y lentejas , chocolate de algarrobas, cáscaras de cacahuete, mondas de plátano y naranja, café hecho con pepitas de algarroba.… y de idiotas, como el ministro José Luis Arrese que propuso alimentar a las familias más necesitadas, con bocadillos de delfín y pan hecho a base de harina de pescado; o como la redactora gastronómica de la revista “Y “ que bajo el título “Qué contenta se va a poner toda la familia”, proponía el milagro de alimentar con un pollo , que costaba la friolera de 16 pesetas, a cuatro personas durante cuatro días. La primera comida consistía en hacer un asado con los dos muslos y las dos patas. La segunda , pollo al jerez, con los alones y las pechugas. La tercera, pastel de pollo, con los restos que quedaban pegados al caparazón, el hígado, el corazón y los riñones. Y la cuarta , potaje de legumbres, con las mollejas y los despojos. Alucinante. Pero las raciones eran tan escasas, que se planteó a los españoles el drama de sobrevivir, y había dos formas: acudir al estraperlo, que requería una capacidad económica que muy pocos tenían , o buscar fórmulas para engañar al estómago , mediante el sucedáneo. Así, un kilo de azúcar que costaba 1,90 pesetas en precio de tasa, en el mercado negro había que pagarlo a 20 pesetas; el aceite de racionamiento que se pagaba a 3,75 pesetas el litro se disparó a 30 pesetas. Había hornos de pan ilegales que mujeres mayores vendían en porterías o esquinas, junto a una legión las falsas embarazadas que en su vientre ocultaban aceite (carísimo), harina, judías, carbón…» expuestas a cumplir 15 días de cárcel , las tristemente célebres “quincenas”. Fue la época del mayor negocio para estraperlistas y especuladores al por mayor, y muchas de las grandes fortunas de hoy, fueron amasadas entonces a expensas de la miseria y el hambre de la mayor parte de la población. Sucedáneos fueron el café de higos, que una vez tostados y cocidos, daban al líquido resultante un color parecido, de sabor ni hablamos, y de saber dulce, con lo que además se ahorraba el azúcar también racionado; o el café realizado a base de achicoria y de malta que se obtenía a partir de granos de cebada convenientemente molidos y tostados; o el recuelo, que era un agua pardusca, de aroma indefinible que se obtenía de cocer los posos del café del día anterior, pero que solo precisaba de una pizca de café auténtico para que se asemejara lejanamente al sabor original. También había yogur sin leche, aceites de pescado sustitutivos de los vegetales, y la famosa “tortilla de patatas sin patatas y sin huevo” que sustituía las patatas por la capa interna blanca de las naranjas, convenientemente remojada, y el huevo por una masa a base de un poco de aceite, harina, agua, sal, bicarbonato y colorante amarillo. Aunque parezca mentira, Carpanta, la imagen de la hambruna de posguerra, tuvo problemas con la censura a finales de los 50, que estuvo a punto de acabar con el personaje, porque según el censor “en la España de Franco nadie pasa hambre". Su autor, Escobar, para evitar la muerte de su personaje tuvo que suavizar los guiones, y a partir de entonces Carpanta no tuvo “hambre” sino “apetito”. Demencial el asunto La pesadilla del hambre duró “oficialmente” hasta el 1 de junio de 1952, fecha en la que se suprimió la cartilla racionamiento. También ese humor negro tan nuestro, estuvo presente en los tiempos del hambre. Así en plena hambruna se anuncia “Sabalín” composición de hierbas medicinales para adelgazar, que “ no deja señales de la obesidad, conservando las carnes fuertes y sin arrugas”; o el agua “Castromonte Vita” ideal para los excesos de comida; o el agua “Fontenova”: “tómela a diario y coma y beba lo que quiera”; o balnearios en Alhama de Granada y Cofrentes (Valencia) para resolver los problemas de obesidad. También de humor negro podría calificarse la propuesta gubernamental de que cada hogar “ se santifique de 15 en 15 días sacrificándose a consumir un solo plato e ingresando el resto del condumio habitual para las necesidades ingentes de la salud pública” Manda huevos, que diría Trillo. Mientras, en la radio sonaba: Yo he recorrido el mundo entero Y les puedo asegurar Que en mujeres, vino y música Como en España ni hablar
Referencias : “ La vida cotidiana en la España bajo el régimen de Franco”-Rafael Abella / Tiempos de hambre—Isaías Lafuente
2 comentarios
jemaba -
mediterránea -
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