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FRANZ

WALT DISNEY: El Príncipe Negro de Hollywood

WALT DISNEY: El Príncipe Negro de Hollywood

Solitario, paranoico, alcohólico, fumador compulsivo, agresivo y megalómano, Walt Disney , bautizado por el biógrafo Marc Eliot como El príncipe negro de Hollywood,  es un hombre que partiendo de cero se convierte en el gran maestro del universo de la falsa amabilidad y ternura que lleva su firma, y cuyos productos, aún después de la muerte de Walt Disney, cargados de ideología conservadora , y de frustraciones de su creador, serán adorados , consumidos y asimilados por una generación tras otra en todo el mundo. 


Aún vive y goza de las mieles de la gloria universal, cuando a Walt Disney se le cuestiona la sistemática orfandad de sus personajes, fueran Blancanieves, la Cenicienta, Peter Pan, Mowgli, el escudero Verruga, futuro rey Arturo, o el caso brutal de Bambi, con padre lejano y una madre sacrificada por los cazadores. ¿Quién era el padre de Dumbo? ¿Por qué Pinocho necesitaba de la intervención divina para ser el hijo de Gepetto?  Parece que la razón hay que buscarla en ese trauma que le atormentará toda su vida: la duda sobre su propio origen.   
 


En el principio está Elias, su padre, un ambicioso y frustrado descendiente de inmigrantes ingleses a quien los fracasos empresariales llevan a un socialismo pedestre que responsabiliza de su miseria a la conjura burgués-judaica. Pero es, además y sobre todo, un auténtico hijo de puta que desahoga sus frustraciones en palizas brutales contra sus dos hijos menores, Roy y Walter. Los traumas de este último son tan severos, que a los  ocho años de edad , elabora la fantasía de que Elías no es su padre sino un ogro, y que él no pertenece a la familia, sino que ha tenido la mala suerte de haber sido abandonado en esa casa. 
 


En 1917, a los 16 años, decide enrolarse en el ejército para combatir en Europa: la Junta de reclutamiento, viéndolo muy joven, le pidesu acta de nacimiento. Descubre que su familia no la tiene, pero que tampoco hay registro de su nacimiento en ningún archivo de su natal Chicago, aunque sí consta el nacimiento de un Walter Elías Disney ¡once años antes, hijo de sus mismos padres!
 

 

El misterio no se resuelve nunca, y, de hecho, se complica muchos años después cuando J. Edgar Hoover, el director del FBI ( otro hijo de  puta que gusta de travestirse en sus ratos libres junto a otros de sus mismas aficiones, y que  acumula gran cantidad de dosieres  comprometedores de gente influyente, asegurándose así su propia existencia e impunidad),  recluta a Disney, ya una gloria artística en 1939, para que informe al FBI sobre sus colegas,  en los años de obsesión anticomunista en contra de intelectuales y actores progresistas norteamericanos. Disney cumple con creces el encargo, y lo cumple también con sus declaraciones, cuando  el Comité de Actividades Antiamericanas lo requiere. 


Hoover, conocedor de la ausencia de datos  sobre el nacimiento de Walt Disney, en pago por sus servicios, pone a sus órdenes agentes que descubran la verdad oculta de quien siendo un hombre universalmente conocido, no sabía quien era. Lo que indagan los agentes es un delirio legendario: sus orígenes estan en el pueblito de Mojacar, en Almería, España, y hasta el mismo Walt Disney envia en 1954 y en 1966 más personas a continuar la investigación , sin poder resolver las evidentes contradicciones de la farsa creada por Hoover. 
 

 

Walt Disney, es un creador incansable de personajes, a los que afina y corrige constantemente, permitiéndoles crecer y tener vida propia, pero al mismo tiempo es un pésimo dibujante.  Quien transforma sus ideas en dibujo, incluida su célebre firma de trazos curvos, usada hasta la fecha.  es  un talento fuera de serie llamado Ub Iwerks.  


Disney carece de todo espíritu de grupo: obsesionado por el reconocimiento social y artístico, se apropia de todas las creaciones y niega sistemáticamente el trabajo y el arte de sus dibujantes;  paga unos sueldos de miseria, compensados, según él, por la oportunidad de trabajar "para Disney", y en momentos de crisis abre escuelas de dibujo donde recluta talentos que le trabajan gratis o da vacaciones no pagadas a las mujeres de su staff, que le veneran por guapo y generoso.

Más que como un magnate, Disney maneja su estudio como un hacendado paternalista, que ve en sus empleados a unos hijos a los que debe cuidar y educar: está prohibido decir malas palabras en las instalaciones, quien lo hace es despedido fulminantemente, así como beber (aunque él se permitía el whisky a raudales en su oficina); visita de día y de noche los estudios, y controla las creaciones de los dibujantes, dejándoles , cuando no están, notas de aprobación o desaprobación a su trabajo; permanentemente nervioso se obsesiona con lavarse las manos, cosa que llega a realiza 30 veces en una hora; le inquieta la presencia de modelos desnudas en el taller de sus dibujantes. Su código moral sin embargo, no le  impide tener una fluida relación con la mafia.
 


También le enfurece que alguno de sus dibujantes destaque en el mundo Disney, en el que él es todo. Y así hasta el mismo Ub Iwerks le deja, amargado ante la falta de reconocimiento después del éxito de la primera caricatura sonora, Steamboat Willie (1928).  


En 1937, entra en el estudio Arthur Babbit, el más grande talento con el que contaría jamás y  uno de sus mayores dolores de cabeza. Babbit es, sobre todo, un creador nato, que hace del personaje que se le asigne un auténtico ladrón de escenas.  Disney le encarga la creación de la heroína de Blancanieves, basándose en los movimientos de la bailarina Margorie Belcher para que la interpretara: se filman sus movimientos y se recrean en dibujo. 
 


Babbit y Belcher inician un romance que se pasó de tórrido en las instalaciones. Disney enfurecido ante semejante transgresión de sus normas morales , ordena que los echen, pero Babbit aparece con un acta de matrimonio conseguida un día antes. Disney se traga el coraje pero lo castiga asignándole a la Reina Mala. Gran error: Babbit consigue uno de los personajes más fuertes de toda la filmografía de Disney. Para colmo, en 1939 Babbit promueve la creación del Sindicato de Caricaturistas (Cartoonist Guild), que Disney siente como un ataque personal. La confrontación entre ambos es feroz: Disney coquetea con el movimiento Nazi Americano, preocupado porque sus películas no puedan verse en los territorios ocupados por Hitler, antes de que el FBI le buscara a su vez para que le sirviera de informante; y mientras tanto, no puede prescindir de Babbit y de su esposa, quien haría el Hada Azul de Pinocho. En 1941, el choque llevará a los estudios Disney a la célebre huelga de caricaturistas, que perderá Disney. Babbit será para Disney la encarnación de los peligros del comunismo: un enemigo oculto en las sedas del talento artístico.

También Walt Disney tiene sus dosis de genio incomprendido, como cuando en una decisión personal y rechazando las advertencias de personas de su equipo, se empeña en hacer la película Fantasía con su querido Mickey Mouse como protagonista, y que, pese al  éxito de algunos episodios, concretamente el de los honguitos de la "Danza China", hecho por Arthur Babbit, es un fracaso. 
 

 

La selección musical de Fantasía se rige por piezas ya del dominio público, excepto La consagración de la primavera de Igor Stravinski, cuyo tema pagano y escándalo histórico en su estreno jamás llega a conocimiento de Walt Disney, que la ve como el fondo ideal para ilustrar el destino de unos dinosaurios. Ello no obstante, no le impide tener con Stravinski uno de sus habituales comportamientos miserables, ofreciéndole de mala gana cinco mil dólares por el derecho de usar la música como mejor conviniera al proyecto. Stravinski, al que los abogados de Disney le hacen saber que los derechos de su obra se han firmado en la Rusia prerrevolucionaria y son irreivindicables , acepta indignado. Más vale poco que nada. 

     

¿Y a quién amó Walt Disney? Ciertamente que no a su padre ni a su esposa, Lillian Bounds, una entintadora de su estudio con la que se casa el 25 de julio de 1925, al cabo de un mes de  noviazgo. La luna de miel es en Los Ángeles, y hacia allá toman un tren. Lilian nunca olvida ese viaje: Disney, sumamente nervioso, no puedo consumar el matrimonio con el pretexto de que lo había atacado, de pronto, un insoportable dolor de muelas. La pantomima dura cuatro días más.

Esa noche, Lilian observa en Walt una conducta que luego entenderá como resultado de la neurosis aguda que sufre su esposo: lo ve caminar muchas horas por los corredores del tren, en una actitud de ansiedad y desesperación, y hace lustrar sus zapatos varias veces cuando se acerca la madrugada.

No son infrecuentes las depresiones profundas de  Disney , que se encierra  en su despach0  y deja de hablar a su esposa durante días. Cuando sale de su crisis, discute con Lilian por cualquier cosa, le grita y se pone a llorar.

Tampoco Lillian está lista para las ansias de fama de su esposo, que aparece solo en todos los eventos, al grado de que se le considera uno de los solteros más codiciados de Hollywood , cuando lleva diez años de casado.

En la primavera de 1949, Disney tiene la idea de un parque de diversiones que recree sus mundos personales, desde el Kansas de su infancia (Main Street) hasta su utopía (Tomorrowland); tarda seis años en construir su sueño máximo, que no comparte su esposa Lillian, y donde impone unas  reglas cuarteleras para que todo sea “políticamente correcto” (algunas tan sorprendentes como por ejemplo la prohibición a los empleados de usar bigote) y de explotación del personal que se mantienen en el día de hoy.  

 

Walt Disney se queda cada vez más tiempo ahí, hasta que se instala en uno de los edificios de Main Street. Disneylandia no es sólo su Xanadú, sino el retorno a una infancia que su padre le había robado a golpes. Walt Disney murió el 15 de diciembre de 1966.            


Desde sus comienzos Disney , se niega a separar las funciones  de entretener y educar y elimina la frontera entre la cultura pública y los intereses comerciales, y crea un universo perfecto en el que los personajes reafirman la primacía del individualismo y la competitividad , eso sí ,todo ello sin que en ningún momento el orden establecido sea nunca puesto en cuestión.
 


Así, bajo el manto de la inocencia y el entretenimiento, la factoría Disney encubre el poderoso papel educativo que ejerce a través del manejo de la cultura del mercado, creando deseos, defendiendo valores conservadores , modelando gustos y finalmente transmitiendo ideología a su receptor/gran consumidor, mayormente niños y jóvenes. 
 


Tras la muerte de Disney, su marca sigue vendiendo la misma mercancía, ahora además utilizando la explotación de mano de obra barata en países tercermundistas, para vender sus productos a precios caros en el primer mundo. Pero esa es otra historia, aún más negra .
 


 

Referencias: “El ciudadano Disney” -Gustavo García / “Para leer al Pato Donald” – Ariel Dorfman y Armand Mattelard / “El ratoncito feroz—Disney o el fin de la inocencia” –Henry A. Giroux./ “El libro negro de las marcas” – Klaus Werner y Hans Weiss

 

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