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FRANZ

LA "COMEDIA DEL ARTE" Y EL PANTALÓN

LA "COMEDIA DEL ARTE" Y EL PANTALÓN

 

En la historia del vestido, el final del siglo XVIII señala un fenómeno de notable importancia cuyas consecuencias se pueden percibir todavía hoy; los hombres renunciaron a formas de atavío espectaculares, lujosas, excéntricas y elaboradas, reduciendo su indumentaria a un atuendo de estilo sobrio y austero. Desde los tiempos del Imperio romano hasta finales del siglo XVIII, no había habido diferencias sustanciales entre  la indumentaria masculina y femenina desde el punto de vista ornamental. Pero desde aquel periodo hasta nuestro siglo, la mujer goza del privilegio, en relación con la alta costura y de forma estricta, de ser la única depositaria del lujo, de la elegancia y de la belleza.

 

Las causas de la “gran renuncia” del sexo masculino se atribuyen de forma unánime a factores de carácter esencialmente político y social, estrechamente unidos en su origen al fenómeno de la Revolución francesa, de 1789. Las diferencias en el rango y en la distribución de la riqueza, propia de los ideales del antiguo régimen, que tendían a enfatizarse en la indumentaria y que en los siglos XV, XVI y XVII, la aristocracia había intentado  a menudo  por medio de leyes suntuarias, ya no se podían conciliar con los objetivos de esta gran conmoción social. El traje simple y uniforme, expresión de los valores de la revolución, sustituyó gradualmente a la diversificación y al lujo, representando también el inicio del ya difundido proceso de democratización del vestido.

 

La forma del traje masculino actual se remonta a los sucesos históricos que agitaron Francia durante el siglo XVIII, cuando los calzones hasta debajo de la rodilla y las medias se convirtieron en un tabú por sus connotaciones aristocráticas y los pantalones largos hasta los tobillos adquirieron la dignidad de atributo proletario, introducidos por los denominados “sans culottes” en la Revoución francesa.

 

Los “sans culottes” eran uno de principales grupos que intervinieron en el proceso revolucionario francés, término que procede de una prenda de vestir ,el culotte, que cubría las piernas hasta las rodillas, en donde las perneras podían estar sueltas o fruncidas con una goma que se metía en un dobladillo, que portaban a finales del siglo XVIII las clases acaudaladas de Francia y que, por contra, no era utilizado por las clases populares, que lo sustituían por pantalones largos. Los “sans culottes” procedían de los sectores menos acomodados la sociedad urbana francesa, compuestos de artesanos, sirvientes, pequeños comerciantes y obreros varios, es decir, aquellos que padecían con mayor intensidad la crisis económica que aquejaba a Francia desde 1788. Así, en Francia, el pantalon rayado fue, durante la Revolución, el sustituto de la culotte dieciochesca.

 

De todos modos, cualquiera que hayan sido las razones que indujeron a los franceses a hacer de los pantalones una prueba visible de la libertad, apenas conquistada, puede parecer irónico que eligieran como modelo el traje de los bufones italianos. De hecho, la palabra pantalón hace honor a Pantalone, el personaje de la Commedia dell’arte (Comedia del arte).

 

La Commedia dell’arte fue el nombre que se dio a las numerosas compañías teatrales formadas por entre diez y quince actores, que recorrían toda Europa entre el Renacimiento y el siglo XVIII representando sus comedias, siempre con sus mismo personajes: Arlequín, el Doctor, el Capitán, Polichinela, Pierrot, Tartaglia, Colombina, Briguella, Enamorados y Pantaleón, cada uno de los cuales simbolizaba una serie de virtudes y defectos. Todos los artistas, excepto los amantes jóvenes, llevaban máscaras y a diferencia del teatro tradicional, estos grupos contaban con mujeres para interpretar los personajes femeninos. Actuaban en las plazas de los pueblos y ciudades sobe una tarima, en la que improvisaban sus actuaciones ante un público que se concentraba espontáneamente.

 

Desde muy antiguo, se daba en Italia el mote pantaloni a los venecianos; según algunos, porque repetían con frecuencia el nombre de san Pantaleone, santo muy venerado en la ciudad de los canales; según otros, por contracción de pianta leone (’planta el león’), en referencia  a los mercaderes que iban a plantar el “león” (el león de san Marcos, emblema de Venecia) en las tierras en donde existía la posibilidad de establecer nuevos comercios.

 

Ese mote popular dio nombre en 1565 al  personaje Pantaleón, que representaba a un viejo mercader veneciano, unas veces rico y apreciado por la nobleza y otras veces arruinado, inocente y crédulo, al que siempre buscaban burlar , que mentía sobre su edad para atraer a las mujeres y que aparecía con una máscara marrón oscura, con nariz aguileña, cabellos grises y barba puntiaguda, y vestido  un con un apretado chaleco rojo, capa negra y con sus piernas enfundadas en una calzas rojas largas y ajustadas , para resaltar su virilidad, que le llegaban hasta los tobillos,  y posteriormente en una especie de calzones turcos muy largos y estrechos, algo semejantes a nuestros actuales pantalones.

 

Tanto se identificó a este personaje con su vestimenta, que su nombre pasó a la prenda que cubría sus piernas,  designando a la prenda masculina, que tal y como la conocemos hoy, se empezó a usar en Europa a finales del siglo XVIII extendiéndose rápidamente a América. Los pantaloni italianos dieron lugar al francés pantalon y de ahí a nuestro pantalón, prenda que al principio no fue aceptada y que fue objeto de de numerosas protestas, alegando su  incomodidad y fealdad.

 

Referencia: El vestido habla – Nicola Squicciarino- Ediciones Cátedra, S.A. /La fascinante historia de las palabras- Ricardo Coca- Asociación cultral Antono de Nebrija / http://comediadelarteudd.blogspot.com

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